Violencia urbana
Un rasgo muy significativo de la nueva violencia urbana es que ella ocurre primordialmente entre los pobres de las grandes ciudades. La clase media y los sectores adinerados ven los pobres como una amenaza, y se sienten a sí mismos como las víctimas de las agresiones y delitos. Pero esto es sólo parcialmente cierto. Es la clase media, por supuesto, que sufre la delincuencia, pero, quienes verdaderamente padecen la violencia y, en particular, la violencia más intensa o letal, son los pobres mismos quienes son víctimas y victimarios en este proceso (Briceño-León, Camardiel y Avila, 1998). Es una violencia de pobres contra pobres.
Pudiera tenerse la tentación de derivar, a partir de esta cruda realidad, la conclusión que la pobreza es la causa de la violencia. Sin embargo, no existe una correlación tan clara y abierta entre estas dos situaciones, pues los países más pobres de América Latina como serían Haití, Bolivia o Perú, no aparecen entre aquellos que tienen mayores tasas de homicidios. Y lo mismo ocurre a lo interno de los países, la mayor violencia de Brasil no se encuentra en los pobres y sedientos Estados del nordeste, sino en los ricos y cosmopolitas estados de São Paulo y Rio de Janeiro (Zaluar, Noroña y Alburquerque, 1994). En Venezuela, los homicidios ocurren en el Área
Metropolitana de Caracas y en los ricos estados de Carabobo y Aragua y no en las pobres entidades, con mayores necesidades básicas insatisfechas, como Apure, Trujillo o Sucre (Briceño-León y Pérez Perdomo, 2000).
Ante esta situación hemos planteado una hipótesis alternativa: es el empobrecimiento y la desigualdad, y no la pobreza, lo que origina la violencia urbana que estamos presenciando. Es el empobrecimiento que ha hecho que para 1998, en 13 de 18 países de la región, el salario mínimo
fuera inferior al de 1980 y que el número total de pobres superase los 220 millones de personas (CEPAL, 2000).
Pudiera tenerse la tentación de derivar, a partir de esta cruda realidad, la conclusión que la pobreza es la causa de la violencia. Sin embargo, no existe una correlación tan clara y abierta entre estas dos situaciones, pues los países más pobres de América Latina como serían Haití, Bolivia o Perú, no aparecen entre aquellos que tienen mayores tasas de homicidios. Y lo mismo ocurre a lo interno de los países, la mayor violencia de Brasil no se encuentra en los pobres y sedientos Estados del nordeste, sino en los ricos y cosmopolitas estados de São Paulo y Rio de Janeiro (Zaluar, Noroña y Alburquerque, 1994). En Venezuela, los homicidios ocurren en el Área
Metropolitana de Caracas y en los ricos estados de Carabobo y Aragua y no en las pobres entidades, con mayores necesidades básicas insatisfechas, como Apure, Trujillo o Sucre (Briceño-León y Pérez Perdomo, 2000).
Ante esta situación hemos planteado una hipótesis alternativa: es el empobrecimiento y la desigualdad, y no la pobreza, lo que origina la violencia urbana que estamos presenciando. Es el empobrecimiento que ha hecho que para 1998, en 13 de 18 países de la región, el salario mínimo
fuera inferior al de 1980 y que el número total de pobres superase los 220 millones de personas (CEPAL, 2000).
No hay comentarios:
Publicar un comentario