En uno de los últimos sucesos este mes, un grupo de indígenas Wayúu tuvo que escapar atravesando la frontera y buscar refugio en Venezuela, después de ser atacado en su resguardo en la Guajira. El ataque lo realizaron hombres armados, quienes quemaron sus hogares y amenazaron con asesinar a los líderes de la comunidad.
La oficina del ACNUR en Venezuela reporta que 86 indígenas Wayúu han llegado al estado fronterizo de Zulia en las últimas dos semanas huyendo de la violencia en Colombia. Es posible que más personas hayan atravesado la frontera buscando protección pero sin presentarse ante el ACNUR o las autoridades, por temor a represalias.
Los wayúu llegaron a Venezuela en tres pequeños grupos luego de cruzar el desierto de la Guajira. Una pequeña bebe fue gravemente herida durante el viaje y fue llevada al hospital con daño cerebral. Las familias dejaron atrás todas sus pertenencias y el ACNUR en Venezuela está coordinando con las autoridades locales y nacionales, para proveerlos con alimentación, ropa y hamacas.
Los recién llegados reportaron que un grupo mayor de personas quienes también escapan de los ataques, todavía se encuentran en Colombia escondiéndose en el desierto en un intento de garantizar su seguridad.
Este último traspaso de la frontera tiene como contexto el crecimiento de la violencia en el departamento de la Guajira, tal como ha sido documentado por los defensores de derechos humanos durante los últimos meses. Ellos advierten el incremento de los asesinatos selectivos, amenazas de muerte, intimidaciones y extorsiones, así como el aumento de la presencia en la región de grupos armados irregulares que se han rearmado.
La violencia coloca bajo una gran presión a la comunidad Wayúu y a otros grupos indígenas locales, incluyendo a los Arhuacos, los kankuamos, Kogui y Wiva, quienes juntos suman mas del 45% de la población del departamento (La Guajira tiene unos 626 mil habitantes). Los Wayuu son una de las comunidades más numerosas de la región, con cerca de 150 mil personas del lado colombiano y 160 mil del lado venezolano.
En Colombia, la comunidad indígena Wayuu de la Guajira ha sido vulnerable a la violencia y a los desplazamientos forzados generados por la presencia de distintos grupos armados ilegales. En los últimos meses, los lideres Wayuu y organizaciones sociales han sufrido un incremento de asesinatos selectivos, amenazas e intimidaciones.
El ACNUR llama a las autoridades para que tomen las medidas de protección y prevención adecuadas para proteger a las comunidades indígenas de la violencia y el desplazamiento forzado.
Hay un total de 1 millón de indígenas en Colombia, divididos en 80 grupos diferentes. Más de 27 de estos grupos cuentan con menos de 500 miembros y se considera que están en riesgo de desaparecer debido, en muchas ocasiones, a la violencia y el desplazamiento forzado.
Los grupos indígenas soportan un sufrimiento desproporcionado durante el desplazamiento forzado debido a la fortaleza de sus vínculos sociales, culturales y económicos con sus tierras. Muchos de estos grupos viven en resguardos, con una autoridad propia y autónoma, reconocida por la ley colombiana. Con frecuencia están bajo enorme presión para abandonar sus tierras, usada por varios grupos para explotación económica, tráficos ilegales o para establecer un control estratégico de la zona.
El departamento de la Guajira está localizado en el noreste de Colombia, en la frontera con Venezuela. Debido a su lejanía e importancia estratégica en la Costa Caribe, ha sido centro de actividades de varios grupos armados irregulares, así como de varios grupos criminales que controlan el tráfico ilegal de droga. De acuerdo a cifras oficiales (Acción Social) más de 50 mil personas han sido obligadas a huir de la región como resultado de la violencia.
El ACNUR tiene 12 oficinas en Colombia que trabajan para apoyar los esfuerzos estatales para asistir a los muchos colombianos que han sido víctimas del desplazamiento interno; y 4 oficinas en Venezuela para asistir a cientos de miles de refugiados, la mayoría de ellos, colombianos no registrados.
Por Marie Hélène Verney
en Bogotá, Colombia
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