Crimen de un padrastro
Hace unos cuatro meses fue arrojada al Sena, por el segundo marido de su madre, una niña de diez años, cuyo suceso produjo la natural sensación en P a r í s .
La madre de la niña merece el aprecio de cuantos la conocen, y sus desgracias inspiran compasión. Activa, laboriosa y muy entendida en los negocios, se halla al frente de una casa de comisión.
Su primer marido, con quien se llevaba muy bien, fué asesinado por un obrero. El segundo, llamado Rosignol, es hombre de mala conducta, entregado por completo a la disipación y a la bebida.
La niña, fruto del primer matrimonio, llamada Clemencia, es de fisonomía inteligente y simpática, y desde que su madre contrajo las segundas nupcias era objeto de la desesperación del cruel padrastro, que la maltrataba en ausencia de la madre.
Tan luego como ésta tuvo noticia de que su hermosa hija se había salvado de una muerte cierta, casi milagrosamente, formalizó demanda de divorcio ante el Tribunal Martingny (Valais) el cual ha autorizado interinamente a la joven esposa para que vuelva al hogar paterno.
La separación ha parecido al marido más cruel de lo que en un principio suponía.
Regresó a París más enamorado que nunca de su esposa y con la resolución de robarla. La familia, prevenida, sabe que el celoso es muy capaz de llevar a efecto su proyecto, y se decide a abandonar la casa que habitaba en Villiers.
Alquila un carruaje y la joven sube a él con su madre y un joven abogado, llamado D..., que dirige los asuntos judiciales de la familia. Desgraciadamente, el marido vigila la casa, y al ver aquella salida singular, entra en otro carruaje y emprende la persecución de su mujer.
En el boulevard Malesherhes se paraliza por un momento la circulación, por efecto de la aglomeración de carruajes, y el del esposo, que. marchaba al trole largo, no puede detenerse a tiempo y choca con el fiacre número 4.412, que llevaba a su esposa, a la suegra y al abogado.
Mientras los unos disputan, bajan los demás; el capitán se apodera de su esposa y quiere llevársele, pero aparece el suegro armado de revólver, con el cual amenaza á su yerno.
Por fin intervienen los guardias de la paz; toda la familia se dirige a la prevención, y la madre y la hija pueden después refugiarse en el hotel de Badén.
El marido pretendió que la presencia al lado de su mujer, de un ¡oven que no conoce, le decidió a intervenir; aparecía poco asustado por la amenaza del revólver, y se decidió a ir a la prevención, únicamente por poner en claro la identidad de M. D.
El suegro ha presentado ya una querella ante los tribunales por la tentativa de rapto con violencia de que dice haber sido víctima por parte de su yerno.
Llámase éste Rossignol, el cual, por consecuencia de la querella, compareció el miércoles último ante el tribunal de apelación del Sena.
Al comenzar la audiencia, Rossignol se negó a contestar a las preguntas del presidente.
Dijo que no se entretendría en refutar las falsedades inventadas, para perderlo, por su mujer, por su hijastra y por las personas pagadas por ellas.
Los dos primeros testigos, que fueron los boteros que sacaron del rio a la niña, dijeron que en la noche del 3 al 4 de enero, a eso de la una menos cuarto, habían visto a un hombre y una niña paseando sobre el puente de la Estacada, y que al poco rato, el primero arrojó la niña al Sena. Los testigos corrieron y la tomaron en su lancha, llevándola a la estación de policía más próxima.
Cuando la niña recobró el sentido, sus primeras palabras fueron éstas: «Fue papá...» Y diciendo esto se puso a llorar.
Los testigos añadieron que el hombre había colocado su paraguas sobre el muro del puente cuando tomó la niña en brazos para arrojarla, y que hecho esto se dio a la fuga.
Al oir estas acusaciones, Rossignol se decidió a defenderse. Dijo que había abusado de la bebida, que perdió la cabeza y que no se acordaba de lo ocurrido en el puente.
La maestra del colegio de Clemencia declaró, dando los mejores informes de la niña.
Esta compareció, observándose en la sala un movimiento general de simpatía.
Sus palabras parecen expresión de la verdad. Entre otros detállesela niña contó que, ya cerca del puente, Rossignol, señalando con el paraguas al Sena, le decia: «Aquello es hielo, lo de más allá es carbón;» que el paso de su padrastro era pesado, y que se llegó a caer al dar el primer paso en el puente.
Por último, refirió la escena del crimen, tal como resultaba de la acusación.
Rossignol objetó que todo esto era una novela, y qué él, ni siquiera conocía el puente de la Estacada.
Llamada a declarar la madre de.la niña, no le fue posible hacerlo por hallarse muy emocionada. La audiencia se suspendió un rato, y reanudada, empezó la señora Rossignol su declaración, de la que resulta que su marido le daba muy malos tratos, hasta el punto de haber tenido que intervenir muchas veces los vecinos y el portero.
La noche del crimen, cuando entró Rossignol, fingió que lloraba, y dijo que la niña se le había perdido; luego se acostó. «Yo—añadió la madre—salí como una loca llamando a Clemencia; me dirigí al Sena, instintivamente, y en la estación de policía encontré á mi niña.»
Una tia de la niña declaró luego, confirmando las afirmaciones de los testigos anteriores. Los porteros de la casa que habitaba el matrimonio Rossignol confirman también los malos antecedentes del marido, y añaden que éste aborrecía a la niña, a pesar de sus demostraciones hipócritas. Los últimos testigos, compañeros de taberna de Rossignol y vendedores de bebidas, no añaden ningún detalle importante, Sino que el acusado les visitaba con frecuencia. Un cuñado de éste observó que Rossignol se había entregado a la bebida desde muy joven, y que de resultas, había contraído una enfermedad nerviosa.
El abogado defensor pidió que se suspendiera la audiencia, hasta que por facultativos se reconozca el estado mental del acusado, y asi lo acordó el tribunal.
Hace unos cuatro meses fue arrojada al Sena, por el segundo marido de su madre, una niña de diez años, cuyo suceso produjo la natural sensación en P a r í s .
La madre de la niña merece el aprecio de cuantos la conocen, y sus desgracias inspiran compasión. Activa, laboriosa y muy entendida en los negocios, se halla al frente de una casa de comisión.
Su primer marido, con quien se llevaba muy bien, fué asesinado por un obrero. El segundo, llamado Rosignol, es hombre de mala conducta, entregado por completo a la disipación y a la bebida.
La niña, fruto del primer matrimonio, llamada Clemencia, es de fisonomía inteligente y simpática, y desde que su madre contrajo las segundas nupcias era objeto de la desesperación del cruel padrastro, que la maltrataba en ausencia de la madre.
Tan luego como ésta tuvo noticia de que su hermosa hija se había salvado de una muerte cierta, casi milagrosamente, formalizó demanda de divorcio ante el Tribunal Martingny (Valais) el cual ha autorizado interinamente a la joven esposa para que vuelva al hogar paterno.
La separación ha parecido al marido más cruel de lo que en un principio suponía.
Regresó a París más enamorado que nunca de su esposa y con la resolución de robarla. La familia, prevenida, sabe que el celoso es muy capaz de llevar a efecto su proyecto, y se decide a abandonar la casa que habitaba en Villiers.
Alquila un carruaje y la joven sube a él con su madre y un joven abogado, llamado D..., que dirige los asuntos judiciales de la familia. Desgraciadamente, el marido vigila la casa, y al ver aquella salida singular, entra en otro carruaje y emprende la persecución de su mujer.
En el boulevard Malesherhes se paraliza por un momento la circulación, por efecto de la aglomeración de carruajes, y el del esposo, que. marchaba al trole largo, no puede detenerse a tiempo y choca con el fiacre número 4.412, que llevaba a su esposa, a la suegra y al abogado.
Mientras los unos disputan, bajan los demás; el capitán se apodera de su esposa y quiere llevársele, pero aparece el suegro armado de revólver, con el cual amenaza á su yerno.
Por fin intervienen los guardias de la paz; toda la familia se dirige a la prevención, y la madre y la hija pueden después refugiarse en el hotel de Badén.
El marido pretendió que la presencia al lado de su mujer, de un ¡oven que no conoce, le decidió a intervenir; aparecía poco asustado por la amenaza del revólver, y se decidió a ir a la prevención, únicamente por poner en claro la identidad de M. D.
El suegro ha presentado ya una querella ante los tribunales por la tentativa de rapto con violencia de que dice haber sido víctima por parte de su yerno.
Llámase éste Rossignol, el cual, por consecuencia de la querella, compareció el miércoles último ante el tribunal de apelación del Sena.
Al comenzar la audiencia, Rossignol se negó a contestar a las preguntas del presidente.
Dijo que no se entretendría en refutar las falsedades inventadas, para perderlo, por su mujer, por su hijastra y por las personas pagadas por ellas.
Los dos primeros testigos, que fueron los boteros que sacaron del rio a la niña, dijeron que en la noche del 3 al 4 de enero, a eso de la una menos cuarto, habían visto a un hombre y una niña paseando sobre el puente de la Estacada, y que al poco rato, el primero arrojó la niña al Sena. Los testigos corrieron y la tomaron en su lancha, llevándola a la estación de policía más próxima.
Cuando la niña recobró el sentido, sus primeras palabras fueron éstas: «Fue papá...» Y diciendo esto se puso a llorar.
Los testigos añadieron que el hombre había colocado su paraguas sobre el muro del puente cuando tomó la niña en brazos para arrojarla, y que hecho esto se dio a la fuga.
Al oir estas acusaciones, Rossignol se decidió a defenderse. Dijo que había abusado de la bebida, que perdió la cabeza y que no se acordaba de lo ocurrido en el puente.
La maestra del colegio de Clemencia declaró, dando los mejores informes de la niña.
Esta compareció, observándose en la sala un movimiento general de simpatía.
Sus palabras parecen expresión de la verdad. Entre otros detállesela niña contó que, ya cerca del puente, Rossignol, señalando con el paraguas al Sena, le decia: «Aquello es hielo, lo de más allá es carbón;» que el paso de su padrastro era pesado, y que se llegó a caer al dar el primer paso en el puente.
Por último, refirió la escena del crimen, tal como resultaba de la acusación.
Rossignol objetó que todo esto era una novela, y qué él, ni siquiera conocía el puente de la Estacada.
Llamada a declarar la madre de.la niña, no le fue posible hacerlo por hallarse muy emocionada. La audiencia se suspendió un rato, y reanudada, empezó la señora Rossignol su declaración, de la que resulta que su marido le daba muy malos tratos, hasta el punto de haber tenido que intervenir muchas veces los vecinos y el portero.
La noche del crimen, cuando entró Rossignol, fingió que lloraba, y dijo que la niña se le había perdido; luego se acostó. «Yo—añadió la madre—salí como una loca llamando a Clemencia; me dirigí al Sena, instintivamente, y en la estación de policía encontré á mi niña.»
Una tia de la niña declaró luego, confirmando las afirmaciones de los testigos anteriores. Los porteros de la casa que habitaba el matrimonio Rossignol confirman también los malos antecedentes del marido, y añaden que éste aborrecía a la niña, a pesar de sus demostraciones hipócritas. Los últimos testigos, compañeros de taberna de Rossignol y vendedores de bebidas, no añaden ningún detalle importante, Sino que el acusado les visitaba con frecuencia. Un cuñado de éste observó que Rossignol se había entregado a la bebida desde muy joven, y que de resultas, había contraído una enfermedad nerviosa.
El abogado defensor pidió que se suspendiera la audiencia, hasta que por facultativos se reconozca el estado mental del acusado, y asi lo acordó el tribunal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario