Luiz Mott*
Cuando se descubrió América, en el tránsito del siglo XVI al XVII, España y Portugal vivían su período de mayor intolerancia contra quienes practicaban el “abominable y nefasto pecado de sodomía”. Exactamente en esa época se instalaron en la Península Ibérica más de una decena de Tribunales del Santo Oficio de la Inquisición, que convirtieron a la sodomía en un crimen tan grave como el regicidio y la traición a la patria.
En la América hispana se instalaron tribunales de la Inquisición en México, Perú y Colombia. En Brasil, visitadores y familiares del Santo Oficio hacían inspecciones regulares a la colonia, denunciando y apresando a los sodomitas. El abominable y nefasto crimen de la sodomía era uno de los pocos crímenes que las primeras autoridades de Brasil tenían autoridad para castigar con la pena de muerte sin necesidad de consulta previa con el rey de Portugal.
En la América hispana se instalaron tribunales de la Inquisición en México, Perú y Colombia. En Brasil, visitadores y familiares del Santo Oficio hacían inspecciones regulares a la colonia, denunciando y apresando a los sodomitas. El abominable y nefasto crimen de la sodomía era uno de los pocos crímenes que las primeras autoridades de Brasil tenían autoridad para castigar con la pena de muerte sin necesidad de consulta previa con el rey de Portugal.
La homofobia en la América Latina contemporánea tiene sus raíces más profundas en el machismo ibérico, cuyo basamento ideológico se inspiró en los tratados de teología moral de la época de la conquista que declaraban: “de todos los pecados, la sodomía es el más torpe, sucio y deshonesto, y no se encuentra otro más aborrecido por Dios y por el mundo. Por este pecado lanzó Dios el diluvio sobre la tierra y por este pecado destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra; por causa de la sodomía fue destruida la Orden de los Templarios por toda la Cristiandad en su día. Por lo tanto, mandamos que todo hombre que cometa ese pecado, sea quemado y convertido en polvo por el fuego, para que ya nunca de su cuerpo y sepultura se tenga memoria”. Los homosexuales eran perseguidos por tres tribunales: la Justicia Real, la Santa Inquisición y el Foro Episcopal.
Al desembarcar en el Nuevo Mundo, los europeos encontraron una gran diversidad de pueblos y civilizaciones, cuyas prácticas sexuales diferían en gran medida de la matriz cultural judeo-cristiana, siendo algunas diametralmente opuestas en cuanto a la desnudez, la honra, la virginidad, el incesto, la poligamia, el divorcio y sobre todo, la homosexualidad, el travestismo y la transexualidad. Ya en 1514 se divulga en la Historia General y Natural de las Indias, que el gusto por el vicio nefasto se encontraba presente en todo el Caribe y en los territorios de Tierra Firme.
Los conquistadores se escandalizaron profundamente al encontrarse con esculturas e ídolos venerados por los pueblos amerindios que mostraban en forma explícita relaciones homoeróticas. En México, América Central, América del Sur –tanto en los Andes como en la Amazonia–, se dio la misma constatación: “muchos indios e indias son sodomitas”. Diversos cronistas asociaron la sodomía a la falta de piedad religiosa: “como no conocen al verdadero Dios y Señor, cometen gravísimos pecados de idolatría, sacrificio de hombres vivos, ingesta de carne humana, conversaciones con el diablo, sodomías, etcétera”.
Pero no todas las culturas amerindias, sin embargo, estaban a favor del amor entre personas del mismo sexo. Entre los pueblos mayas y aztecas, según los cronistas franciscanos, “la sodomía pasiva es abominable, nefasta y detestable, digna de desprecio y de risa por parte de las gentes”. Llama la atención la contradicción observable en estas civilizaciones precolombinas que, por un lado, cuentan con una mitología extremadamente dionisíaca, que valora incluso el hermafroditismo y la homosexualidad, y por otro, muestran prácticas morales a veces bastante represivas, de tipo apolíneo, aplicando incluso la pena de muerte a ciertos casos de homoerotismo.
Lo que no niega la información aportada por el precursor de los estudios sobre homosexualidad en el Nuevo Mundo, el venezolano Antonio Raquena, que en un trabajo con fecha de 1945 señala: “Aceptada o rechazada, honrada o severamente castigada, según la nación donde se la practicaba, la homosexualidad estaba presente desde el estrecho de Bering hasta el de Magallanes”.
1513 puede ser considerada la fecha inaugural de la intolerancia homofóbica en el Nuevo Mundo: el conquistador Vasco Balboa, al encontrar un numeroso séquito de indios homosexuales en el istmo de Panamá, apresó a 40 de ellos y los entregó a perros feroces para que los devoraran, conforme narra Pietro Martire y lo retrata un dramático grabado de la época.
1548 es la fecha en que se registra la primera persecución institucional contra europeos homosexuales: en Guatemala van presos siete sodomitas, siendo cuatro de ellos clérigos y tres legos. Al ser llevados para la hoguera, lograron eludir la pena capital debido a un disturbio que tuvo lugar entre la población.
De 1549 data la noticia del primer sodomita público y notorio que fue desterrado a las Américas. Se trata de un joven portugués, Estevao Redondo, que fuera criado del gobernador de Lisboa y condenado al exilio perpetuo en el nordeste de Brasil.
En 1571 se instalan Tribunales de la Santa Inquisición en México y Perú, y en 1610 en Cartagena de Indias, litoral de Colombia. En la América hispana, a diferencia de lo que ocurría en la América portuguesa, el Santo Oficio no tenía autorización para perseguir el pecado de sodomía, correspondiéndole a la justicia real y al obispo la represión a los/as practicantes del amor que no osaba decir su nombre.
En Brasil, entre 1591 y 1620, 44 hombres y mujeres fueron acusados/as y procesados/as por sodomía, llegándose a fines del siglo XVIII a un total de 283 denuncias de luso-brasileños/as por el pecado mayor, muchos de ellos condenados a remar en las galeras del rey o desterrados a áreas remotas de África e India. De las 29 lesbianas denunciadas por tales en el Brasil colonial, 5 recibieron penas pecuniarias y espirituales, 3 fueron desterradas y 2 condenadas a azotes en público. La más famosa, Felipa de Souza, dio su nombre al premio internacional más importante de derechos humanos homosexuales, iniciativa de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos para Gays y Lesbianas. En 1646, el lesbianismo fue despenalizado por la Inquisición, pasando las lesbianas a ser perseguidas por la justicia real y episcopal.
Hay documentos que prueban dos ejecuciones de homosexuales en la historia de Brasil: en 1613, en Sao Luis do Maranhao, por orden de los invasores franceses, instigados por los misioneros capuchinos, un indio tupinambá, públicamente insultado y reconocido como tibira (sodomita pasivo), fue amarrado a la boca de un cañón, siendo su cuerpo despedazado al salir la bala, “para purificar a la tierra de sus maldades”. En 1678, se ejecutó a un segundo mártir homosexual en la capitanía de Sergipe: un joven negro, esclavo, “fue muerto a azotes por haber cometido el pecado de sodomía”.
México lideró la persecución a sodomitas en América Latina durante el período colonial: en 1658 fueron denunciados 123 sodomitas en la ciudad de México y sus alrededores, 19 de ellos fueron presos y 14 quemados en la hoguera. Uno de ellos logró eludir la hoguera por ser menor de 15 años, recibiendo, pese a todo, 200 azotes y 6 años de trabajos forzados como castigo. En 1673, hubo otro progrom: siete mulatos, negros y mestizos fueron quemados en Mixoac.
Con el fin de las inquisiciones portuguesa y española, también en América Latina se extinguieron los Tribunales del Santo Oficio en 1820 en Perú y México, en 1821 en Cartagena y Brasil. Se extingue así ese Monstrum Horribilem pero, desgraciadamente, como las mentalidades no se cambian por decreto, hasta hoy persiste en América Latina el fantasma de la inquisición no sólo en la ideología moralista e intolerante sino también en la composición de las elites locales, cuyas capas más tradicionales en muchas zonas descienden aun hoy en día, directamente, de los terribles familiares y comisarios del Santo Oficio.
Por inspiración modernizadora del Código Napoleónico, la sodomía fue despenalizada en la mayor parte de los nuevos países latinoamericanos, dejando de estar incluida en los respectivos Códigos Penales, pero siguió persistiendo durante todo el siglo XIX el fuerte prejuicio y discriminación sobre todo contra los “pasivos”. Bajo acusaciones de atentado al pudor y ejercicio de la prostitución, e incluso alegando falsedad ideológica en el caso de las travestis, un número incontable de homosexuales siguieron siendo chantajeados, encarcelados y torturados por los agentes del nuevo orden policial. Pasaron de las garras de la Inquisición a las comisarías. A pesar de que muchos médicos y científicos demostraron su buena intención de retirar a las mujeres y hombres “invertidos” de las comisarías y prisiones, para intentar su “cura” en consultorios y clínicas, en su condición de perros guardianes de la moral oficial, adoptaron a veces formas modernas de violencia, torturando a indefensas mariquitas con terapias dolorosísimas que llegaron a incluir descargas eléctricas, dosis enormes de hormonas y peligrosos productos químicos, incluyendo transplantes de testículos de monos.
En el siglo XX, el suicidio, la total clandestinidad, la baja autoestima, la marginalidad, los asesinatos, pasaron a ser el pan de cada día de millones de gays, lesbianas y transgéneros en América Latina, rechazados por sus familias, humillados en las calles, impedidos de acceder al trabajo. Investigaciones realizadas en Brasil, país que debe albergar a más de 17 millones de homosexuales, revelan que de todas las minorías sociales, gays y lesbianas constituyen la más odiada, observándose un continum que va del insulto verbal al trato humillante en los medios de comunicación, la violencia física en las calles, las detenciones arbitrarias, los asesinatos. En México, hasta hoy a los gays se los llama “cuarenta y uno”, en recuerdo de los 41 maricones presos en una sola noche en 1901, que fueron sometidos a castigos humillantes, obligados a barrer las calles de la capital y a lavar las letrinas públicas.
Según la Spartacus Gay Guide, hay áreas de levante, bares y establecimientos comerciales afines o abiertamente frecuentados por la población GLT en todos los 41 países de América Latina y el Caribe. Pese a todo, sólo en la mitad de ellos se tiene noticias de la existencia intermitente de uno o más grupos de defensa de los derechos homosexuales.
Pese a la gran diversidad socioeconómica y cultural de estos países, algunos fuertemente marcados por la herencia indígena, otros con gran influencia de la cultura africana, unos pocos con tradición ibérica más acentuada, América Latina como un todo se caracteriza por la extrema virulencia del machismo y la homofobia, que reforzados por el omnipresente control familiar de inspiración cristiana y las grandes dificultades que la independencia económica presenta para los jóvenes, hacen que la suma de estos factores inhiba el proceso de comino out en los jóvenes, explicando en parte el reducido tamaño y breve duración de los grupos de militancia homosexual. Desprecio social, humillación pública y persecuciones policiales, hacen parte del cotidiano de los homosexuales latinoamericanos de norte a sur, a tal punto que se acostumbra decir que “hay que ser muy macho para ser gay en América Latina”.
El término marica y sus variantes regionales, se usa en todo el mundo latinoamericano, incluso en Brasil, como uno de los insultos más frecuentes contra los homosexuales. La misma hostilidad recae sobre las lesbianas, que sufren grave violencia por parte de sus familias, ex-amantes o compañeros, inspirados por la ideología lesbofóbica y misógina que interpreta y trata el lesbianismo como ultraje y amenaza a la hegemonía machista.
Dentro de los países de esta región, Cuba se destacó en la década del 60 por la violencia con que persiguió, apresó y obligó a exiliarse a centenares de homosexuales, identificando la homosexualidad con la decadencia capitalista. Libros y películas como Fresa y Chocolate, de Tomás Alea Gutiérrez y Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas, revelan la intolerancia homofóbica de un período que felizmente está siendo superado. Aunque no se tienen noticias de movimiento homosexual organizado en la isla de Fidel, se sabe que dentro de las estructuras propias de los comités vecinales, lesbianas y gays discuten sus reivindicaciones teniendo buena acogida por parte de la comunidad. Prueba de esta nueva postura oficial de respeto a la orientación sexual y a los roles de género se ha puesto de manifiesta en la ONU, cuando en la Conferencia sobre la Mujer realizada en Beijing, Cuba fue el único país latinoamericano que defendió todas las referencias antidiscriminatorias basadas en la orientación sexual.
Pese a la generalizada ideología fuertemente marcada por el machismo, que redunda en prácticas homofóbicas violentas y discriminatorias, en 1969 se fundó en Argentina el primer grupo de defensa de los derechos humanos en América Latina, que a partir de 1971 fue conocido Frente de Liberación Homosexual. En 1978 se fundaron grupos gays en México y Brasil, y en la década del 80 en Perú, Colombia y Venezuela. En los años 90 el movimiento GLT se organiza en Chile, Uruguay, Puerto Rico y Jamaica.
Hasta mediados de los años 90, la homosexualidad seguía siendo considerada un delito en Chile, Ecuador, Cuba, Nicaragua y Puerto Rico. A comienzos del siglo XXI todavía persisten leyes contra la sodomía en dos países: Puerto Rico y Nicaragua. Ecuador es un bello ejemplo: saltó de la edad de las cavernas a la modernidad, volviéndose el segundo país del mundo después de África del Sur que incluyó en su Constitución la prohibición de discriminar por orientación sexual. En la década del 90 se aprobaron diversas leyes a favor de la libre orientación sexual: en más de 70 municipios del Brasil; y en Buenos Aires y Rosario, de Argentina. También en el estado de Aguascalientes y en el Distrito Federal de México, donde una diputada abiertamente lesbiana ocupa un curul en la Legislatura. Manifestaciones masivas se han realizado en diversas capitales del continente, en ocasión de las celebraciones del orgullo gay, destacándose la de Sao Paulo que en 2001 reunió a más de 200 mil participantes.
Persiste, sin embargo, en todos los países latinoamericanos y caribeños, legislación moralista represiva, que generalmente se aplica con mayor rigor y de forma discriminatoria contra los homosexuales, considerándose la homosexualidad como agravante en la corrupción de menores, reprimiéndose el travestismo como atentado contra el pudor o identidad falsa, excluyéndose legalmente a gays y lesbianas del acceso a la unión civil, en la medida en que los códigos civiles y constituciones de los diversos países restringen el casamiento o el reconocimiento como familia e inclusive el concubinato, a las parejas de sexos opuestos.
Como consecuencia del pasado colonial y del esclavismo, una característica significativa observada en la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños es el alto grado de violencia física y opresión moral que se ejerce contra travestis, gays y lesbianas. En Brasil se repite de norte a sur el mandato “viado (pédé) tem que morrer!” y en todo el continente padres y madres dicen públicamente que preferirían tener un hijo ladrón o una hija prostituta antes que un gay o una lesbiana. Los obispos de la iglesia católica y, últimamente y con mayor rencor, los integrantes de las iglesias protestantes fundamentalistas, atacan gravemente a los homosexuales en los medios y en los púlpitos, censurando las campañas de prevención del Sida para gays y obstaculizando la legislación de unión civil para personas del mismo sexo. Esas mismas sectas patrocinan clínicas de cura para homosexuales. En el Caribe angloparlante persisten las leyes colonias antisodomía, que han redundado inclusive, en los últimos años, en medidas extremas de homofobia, como el impedir que desembarcaran los pasajeros gays que participaban de un crucero por esa región.
Aún más graves son los crímenes homofóbicos: la prensa internacional constantemente ha denunciado el asesinato brutal de gays y travestis en casi todos los países de la región, crímenes que exhiben rasgos de crueldad y son objeto de una impunidad repugnante. Muchos de esos homicidios tienen como autores a escuadrones de la muerte, la propia policía y, recientemente, grupos neonazis.
Pese a la inexistencia de estadísticas policiales sobre crímenes de odio en la región, disponemos de información bastante fidedigna sobre crímenes homofóbicos documentados en los dos países más grandes de América Latina: en México, según la Comisión Ciudadana de Crímenes de Odio por Homofobia, fueron asesinados 213 homosexuales en el período 1995/2000, calculándose que el número real debe ser tres veces más alto. Para Brasil, de acuerdo con los registros del Grupo Gay da Bahía, se han documentado 1960 asesinatos en el período 1980-2000, 69% de gays, 29% de travestís y 2% de lesbianas, lo que da un promedio de un homicidio cada dos días.
En números absolutos y relativos, no cabe duda que es en América Latina y el Caribe donde ocurre el mayor número de crímenes homofóbicos del mundo. Un triste liderazgo para un continente tan cordial con los turistas y con la alegría de vida y la exhuberancia de la cultura homosexual como marcas registradas de la región.
Bibliografía sobre Homofobia en América Latina:
Comisión Ciudadana de Crímenes de Odio por Homofobia, Reporte de Crímenes 2000, México, 2001.
ICCHRLA. La Violencia al Descubierto: Represión contra Lesbianas y Homosexuales en América Latina. Toronto, 1996.
Mott, Luiz & Cerqueira, Marcelo. Causa Mortis: Homofobia. Salvador, Editora Grupo Gay da Bahia, 2001.
Mott, Luiz. Epidemic of Hate: Violation of Human Rights of Gay Men, Lesbians and Transvestites in Brazil. S.Francisco, IGLRHC, 1996.
Ordóñez, Juan P. Ningún Ser Humano es Desechable: Limpieza Social, Derechos Humanos y Orientación Sexual en Colombia. San Francisco, IGLRHC, 1995.
Young, Allen. Gays Under the Cuba Revolution. San Francisco, Gay Fox Press, 1981.
* Doctor en Antropología, profesor de la Universidad Federal de Bahía, fundador y presidente del Grupo Gay da Bahía y del Centro Bahiano Anti-Aids. Es autor de 15 libros y más de 200 artículos sobre historia de la homoexualidad, inquisición y Sida, entre ellos:
Lesbianismo no Brasil. Porto Alegre, Editora Mercado Aberto, 1987.
Escravidão, Homossexualidade e Demonologia. S.Paulo, Editora Icone, 1988.
Sexo Proibido: Virgens, Gays e Escravos nas garras da Inquisição. Campinas Editora Papirus, 1989.
“Brasil” , Encyclopedia of Homosexuality, New York, Garland University Press, 1990.
“Ethno-histoire de l’homossexualité em Amérique Latine”, in Pour l’histoire du Brésil. Crouzet, François (Ed), Paris, L’Harmattan, 2000, p. 285-303.
Fuente: Argentina Indymedia.
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