Cada año, 842 millones de turistas se van al extranjero. Entre ellos, un 1o % escogen su destinación según la oferta "sexual", después de un informe publicado el 2 de junio del 2007, con motivo de la Primera Jornada Mundial para un Turismo Responsable. Un número creciente de turistas hoy día van por tanto a darse a un género muy particular de vacaciones: el turismo sexual, considerado hoy como el tercer comercio ilegal por orden de importancia en el mundo, justo después de la droga y del trafico de armas. Una persona más que nunca está de actualidad.
Difícil de abordar este personaje sin hacer unas amalgamas simplistas. Entonces, ¿qué es el turismo sexual? ¿unos turistas que se desplazan al extrangero para tener relaciones sexuales con los locales?. Si, pero sobre todo, es un comercio fácil entre el turista, normalmente occidental, y unas personas dispuestas a vender su cuerpo por una camiseta de marca o algunos dólares. Entonces, para ser más claros, es el poder ejercer una dominación sexual mediante el dinero.
Habrá quien dirá: ¿y entonces? Si los adultos consienten y encuentran un acuerdo, ¿donde está el problema?. El turismo sexual se vuelve problemático hasta que se constata que los adultos antes nombrados son víctimas de un verdadero tráfico el el cual ellos no tienen más importancia que un objeto inanimado. Esto es, que los patinazos son numerosos, las consecuencias a veces atroces, a menudo inhumanas. Esto es lo que intentaremos explicar: cómo esta práctica, plaga del siglo XXI, se desarrolla a un ritmo inquietante en los países pobres; como arrastra cada año a la prostitución cientos de miles de seres humanos, de los cuales una parte nada despreciable de niños. Pero este turismo sexual se convierte en una verdadera esclavitud sexual donde las víctimas son a menudo explotadas de forma desvergonzada, a veces hasta la muerte, y donde los autores son dificilmente identificables y poco controlables. En fin, el combate contra este comercio odioso ha empezado a tomar forma y las leyes se desarrollan más cada día. Una lucha larga y difícil, pero que debe permitir esperar que esta forma vergonzosa de turismo será algún día, si no eliminada, al menos duramente reprimida.
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