GOMA- Atraídos por las actividades comerciales de Goma, principal ciudad del Kivu Norte, jóvenes ruandeses atraviesan cada mañana la frontera que separa su país de la RD Congo para intentar conseguir algo para comer. Estos jóvenes ruandeses se suman así a los niños de la calle congoleños de quienes las autoridades locales y ONG tienen muchas dificultades para encargarse.
Muy temprano a la mañana, niños ruandeses se cuelan entre las casas enmarañadas existentes a lo largo de la frontera entre Gisenyi en Ruanda y Goma en la RDC. Evitan de este modo las formalidades aduaneras que comienzan a las 7 h. y llegan a la ciudad congoleña, que constituye una gran encrucijada comercial del Kivu Norte, donde esperan encontrar algo que les permita comer.
Hemos empezado a constatar el paso regular de niños de la calle ruandeses hacia Goma el año pasado, a causa del reforzamiento de los lazos entre los dos países y la libre circulación de bienes y personas. Nos es difícil controlar sus movimientos tanto a la entrada como a la salida, ya que son pocos los que toman las vías autorizadas”, indica André Masumbuko, agente del servicio de migraciones en la frontera congoleña.
Pequeños trabajos
Comerciantes, transportistas, porteadores y niños de la calle, todos encuentran lo que buscan en esta ciudad congoleña. Cada día, Goma acoge un flujo importante de vehículos venidos del puerto de Mombasa en Kenia y de Dar-es-Salaam en Tanzania, con mercancías importadas de diversos continentes. Es también en Goma, principalmente en los almacenes del barrio de Birere, donde son descargados los víveres y productos manufacturados provenientes del norte de la RDC y de las aldeas vecinas. Estos bienes serán posteriormente llevados hacia diferentes mercados del país, de Ruanda y de Burundi vecinos.
“Aquí, en Goma, encontramos al menos algo para poder comer y regresamos a Gisenyi, a Ruanda, al atardecer con algo gracias a los pequeños trabajos que hacemos. En nuestro país hay menos actividad comercial, los porteadores se arrancan los paquetes unos a otros y nos expulsan. Nos dicen que no es nuestro trabajo”, declara Buregeya, niño de la calle ruandés de 11 años. Los mayores lavan coches y motos, transportan paquetes… “Después de uno de estos servicios nos dan 100 o 200 francos congoleños (0,10 a 0,22 dólares). Con eso nos las arreglamos”, afirma Kazungu, de 10 años. Los más jóvenes, menos fuertes, abordan a los paseantes, con una mirada implorante, marcada por el hambre. Si usted finge no verlos, le persiguen con sus jeremiadas: “tengo hambre papá, tengo hambre”.
Los niños ruandeses y congoleños se confunden, visten de la misma manera y conocen bien el swahili (la lengua más hablada en Goma). “Los reconocemos solamente cuando hablan entre ellos en kinyarwanda (lengua ruandesa)”, dice Alphonsine Masika, comerciante propietaria de un almacén de víveres y de productos manufacturados.
Frenar la afluencia
El comandante de la policía urbana explica: “La afluencia de niños ruandeses ha venido a empeorar la ya precaria situación de los niños de la calle de la ciudad”. Dos centros de alojamiento se encargan desde hace unos años de los niños de la calle congoleños: el centro CAJED (Concierto de acción para jóvenes y niños desfavorecidos) situado a 5 Km. del centro de la ciudad y el centro Don Bosco, cercano a Goma, que pertenece a los misioneros salesianos. Pero, por falta de medios suficientes, estos centros están abandonados a sí mismos. “En 2009, con nuestros medios modestos, no hemos podido acoger más que a 125”, confía el Hermano Mario, responsable de Don Bosco.
También la ciudad ha tomado iniciativas. “El año pasado, con el concurso de la policía urbana, yo había desplazado un buen número de niños de la calle hacia un centro que habíamos instalado en Mushaki, un pueblo situado a 35 km. de la ciudad, pero las ONG y algunos organismos internacionales que nos habían prometido su ayuda no cumplieron sus promesas”, explica el alcalde de Goma, Rachidi Tumbula. “Cuando se produjo una brusca ruptura en la asistencia de víveres, estos niños volvieron a Goma”.
Según las organizaciones de defensa de los derechos humanos que trabajan en Kivu Norte, el gobierno congoleño, con la ayuda de organismos internacionales y ONG locales, deberían en primer lugar frenar la llegada de niños, colaborando con las autoridades ruandesas, y luego recuperar los de Goma para iniciarles en algunos oficios. “La tarea no es pequeña, pero con buena voluntad y esfuerzos conjuntos se puede llegar a resultados esperados”, estima Maundu Djeton, activista de los derechos humanos y presidente urbano de la sociedad civil del Kivu Norte.
Désiré Bigega
Désiré Bigega es periodista de Syfia, agencia de prensa basada en Montpellier. Este artículo se publica en virtud de un acuerdo de cooperación entre la agencia InfoSud e IPS.
(Publicado en IPS, 12/03/2010)
Traducido por Ramón Arozarena.
Muy temprano a la mañana, niños ruandeses se cuelan entre las casas enmarañadas existentes a lo largo de la frontera entre Gisenyi en Ruanda y Goma en la RDC. Evitan de este modo las formalidades aduaneras que comienzan a las 7 h. y llegan a la ciudad congoleña, que constituye una gran encrucijada comercial del Kivu Norte, donde esperan encontrar algo que les permita comer.
Hemos empezado a constatar el paso regular de niños de la calle ruandeses hacia Goma el año pasado, a causa del reforzamiento de los lazos entre los dos países y la libre circulación de bienes y personas. Nos es difícil controlar sus movimientos tanto a la entrada como a la salida, ya que son pocos los que toman las vías autorizadas”, indica André Masumbuko, agente del servicio de migraciones en la frontera congoleña.
Pequeños trabajos
Comerciantes, transportistas, porteadores y niños de la calle, todos encuentran lo que buscan en esta ciudad congoleña. Cada día, Goma acoge un flujo importante de vehículos venidos del puerto de Mombasa en Kenia y de Dar-es-Salaam en Tanzania, con mercancías importadas de diversos continentes. Es también en Goma, principalmente en los almacenes del barrio de Birere, donde son descargados los víveres y productos manufacturados provenientes del norte de la RDC y de las aldeas vecinas. Estos bienes serán posteriormente llevados hacia diferentes mercados del país, de Ruanda y de Burundi vecinos.
“Aquí, en Goma, encontramos al menos algo para poder comer y regresamos a Gisenyi, a Ruanda, al atardecer con algo gracias a los pequeños trabajos que hacemos. En nuestro país hay menos actividad comercial, los porteadores se arrancan los paquetes unos a otros y nos expulsan. Nos dicen que no es nuestro trabajo”, declara Buregeya, niño de la calle ruandés de 11 años. Los mayores lavan coches y motos, transportan paquetes… “Después de uno de estos servicios nos dan 100 o 200 francos congoleños (0,10 a 0,22 dólares). Con eso nos las arreglamos”, afirma Kazungu, de 10 años. Los más jóvenes, menos fuertes, abordan a los paseantes, con una mirada implorante, marcada por el hambre. Si usted finge no verlos, le persiguen con sus jeremiadas: “tengo hambre papá, tengo hambre”.
Los niños ruandeses y congoleños se confunden, visten de la misma manera y conocen bien el swahili (la lengua más hablada en Goma). “Los reconocemos solamente cuando hablan entre ellos en kinyarwanda (lengua ruandesa)”, dice Alphonsine Masika, comerciante propietaria de un almacén de víveres y de productos manufacturados.
Frenar la afluencia
El comandante de la policía urbana explica: “La afluencia de niños ruandeses ha venido a empeorar la ya precaria situación de los niños de la calle de la ciudad”. Dos centros de alojamiento se encargan desde hace unos años de los niños de la calle congoleños: el centro CAJED (Concierto de acción para jóvenes y niños desfavorecidos) situado a 5 Km. del centro de la ciudad y el centro Don Bosco, cercano a Goma, que pertenece a los misioneros salesianos. Pero, por falta de medios suficientes, estos centros están abandonados a sí mismos. “En 2009, con nuestros medios modestos, no hemos podido acoger más que a 125”, confía el Hermano Mario, responsable de Don Bosco.
También la ciudad ha tomado iniciativas. “El año pasado, con el concurso de la policía urbana, yo había desplazado un buen número de niños de la calle hacia un centro que habíamos instalado en Mushaki, un pueblo situado a 35 km. de la ciudad, pero las ONG y algunos organismos internacionales que nos habían prometido su ayuda no cumplieron sus promesas”, explica el alcalde de Goma, Rachidi Tumbula. “Cuando se produjo una brusca ruptura en la asistencia de víveres, estos niños volvieron a Goma”.
Según las organizaciones de defensa de los derechos humanos que trabajan en Kivu Norte, el gobierno congoleño, con la ayuda de organismos internacionales y ONG locales, deberían en primer lugar frenar la llegada de niños, colaborando con las autoridades ruandesas, y luego recuperar los de Goma para iniciarles en algunos oficios. “La tarea no es pequeña, pero con buena voluntad y esfuerzos conjuntos se puede llegar a resultados esperados”, estima Maundu Djeton, activista de los derechos humanos y presidente urbano de la sociedad civil del Kivu Norte.
Désiré Bigega
Désiré Bigega es periodista de Syfia, agencia de prensa basada en Montpellier. Este artículo se publica en virtud de un acuerdo de cooperación entre la agencia InfoSud e IPS.
(Publicado en IPS, 12/03/2010)
Traducido por Ramón Arozarena.
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