El maltrato a los niños es una de las tantas situaciones inadmisibles e impensables de nuestra cultura .La prevención del maltrato infantil se dificulta demasiado si se la encara desde los profesionales de la salud exclusivamente. El diagnóstico del niño maltratado a menudo se apoya en las radiografías del esqueleto, y el argumento principal es la presencia de fracturas en diferentes estadios evolutivos. Los niños víctimas de maltrato infantil pueden presentar virtualmente cualquier tipo de lesión, sin embargo existen lesiones comúnmente asociadas a un trauma inferido que constituyen patrones radiológicos diagnósticos altamente específicos para abuso. Entre ellas están las lesiones metafisiarias, fracturas costales posteriores y del primer arco costal, fracturas de la unión toracolumbar, fracturas sin explicación aparente, fracturas en diferente estadio de evolución, hematoma subdural, hemorragia subaracnoidea, contusión intraparenquimatosa y lesión axonal difusa; las cuales combinadas con la historia del trauma, la edad, el desarrollo de habilidades mentales, así como a la lesión y al mecanismo de producción orientan al diagnóstico.
La gammagrafía ósea puede mostrar lesiones recientes que no se detectan en las radiografías. Los traumatismos encefálicos no accidentales son frecuentes, y se relacionan casi siempre con lesiones por sacudidas en el contexto del maltrato. Son graves, constituyen el elemento esencial del pronóstico y representan la causa principal de fallecimiento del bebe.
El diagnóstico por imágenes del encéfalo se utiliza de manera sistemática, incluso aunque no haya signos neurológicos, en los lactantes y los niños pequeños. Las lesiones que se encuentran pueden ser hemorragias pericerebrales difusas y con una localización concreta, lesiones intraparenquimatosas por contusión, edema, anoxia-isquemia o cizallamiento. En este contexto, las lesiones viscerales se deben buscar casi de manera sistemática en los niños pequeños. Se trata de un diagnóstico con numerosas implicaciones, en el que la pertinencia de las pruebas de diagnóstico por imagen, su calidad y la precisión de la interpretación son elementos fundamentales. El problema no es tanto el diagnóstico diferencial como reconocer el carácter no accidental del traumatismo.
Al tratarse de un flagelo social, la responsabilidad sobre su ocurrencia es generalizada y todos debemos estar alertas y dispuestos a hacer algo ante la detección del maltrato.
La gammagrafía ósea puede mostrar lesiones recientes que no se detectan en las radiografías. Los traumatismos encefálicos no accidentales son frecuentes, y se relacionan casi siempre con lesiones por sacudidas en el contexto del maltrato. Son graves, constituyen el elemento esencial del pronóstico y representan la causa principal de fallecimiento del bebe.
El diagnóstico por imágenes del encéfalo se utiliza de manera sistemática, incluso aunque no haya signos neurológicos, en los lactantes y los niños pequeños. Las lesiones que se encuentran pueden ser hemorragias pericerebrales difusas y con una localización concreta, lesiones intraparenquimatosas por contusión, edema, anoxia-isquemia o cizallamiento. En este contexto, las lesiones viscerales se deben buscar casi de manera sistemática en los niños pequeños. Se trata de un diagnóstico con numerosas implicaciones, en el que la pertinencia de las pruebas de diagnóstico por imagen, su calidad y la precisión de la interpretación son elementos fundamentales. El problema no es tanto el diagnóstico diferencial como reconocer el carácter no accidental del traumatismo.
Al tratarse de un flagelo social, la responsabilidad sobre su ocurrencia es generalizada y todos debemos estar alertas y dispuestos a hacer algo ante la detección del maltrato.
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