Hace apenas quince años, el trabajo infantil no era considerado un problema, a pesar de tratarse de una realidad que afecta a casi 215 millones de niños en todo el mundo. Fundación Telefónica, a través del programa Proniño, trabaja en trece países de Latinoamérica con el objetivo de erradicar esta lacra social. Y lo hace través de la escolarización y la educación. También de la comunicación. Su última iniciativa, el libro La Hora del Recreo, es una mirada comprometida con esta situación sobrecogedora que se presenta el 21 de marzo en Barcelona.
El recreo es algo sagrado para los niños. Representa el momento en que por fin pueden dejar de lado las tareas escolares y dedicarse a los quehaceres propios de su edad: jugar al fútbol, saltar a la comba, contarse cotilleos o jugar a cacos y a polis…
Pero, lamentablemente, el concepto de recreo no es igual en todo el mundo. No resulta equivocado señalar que para algunos niños y niñas este momento de diversión y esparcimiento no se limita al breve espacio de tiempo entre clases, sino que abarca toda una jornada escolar, desde que entran hasta que salen de la escuela, desde que se sientan en el pupitre a sumar hasta que abandonan el aula. Para los niños y niñas trabajadores –y hay casi 215 millones de ellos con edades comprendidas entre los 5 y los 17 años– el poder ir al colegio es en sí mismo el recreo.
El aula representa el espacio y el tiempo en el que, por primera y posiblemente última vez en el día, dejan volar su imaginación y companten juegos con chicos y chicas de su edad. Acostumbrados a largas y agotadoras sesiones de trabajo, el colegio se convierte en un auténtico santuario, un lugar mágico en el que pueden olvidar su otra realidad: el fétido olor de los basureros, el repiqueteo de los martillos de la mina, el sol abrasador de los campos. Sin embargo, este problema que se cuela hoy por las rendijas de la puerta trasera de nuestra sociedad rara vez reclama nuestra atención. Rara vez, es cierto, pero cuando lo hace irrumpe con una fuerza tan enorme que sacude las conciencias y sobrecoge los corazones.
El trabajo infantil en el mundo
En los meses de abril y mayo de 2010, un grupo de cinco fotógrafos famosos (Carlos Spottorno, Renzo Giraldo, Walter Astrada, Lurdes R. Basolí y Álvaro Ybarra), sensibles a esta realidad, decidieron viajar a varios países de Latinoamérica para plasmar las circunstancias vitales de algunos niños y niñas de esta región. Iniciaban entonces un proyecto, amparado por el programa Proniño de Fundación Telefónica, cuyos resultados acaban de recogerse ahora en el libro La Hora del Recreo, una obra que ofrece una mirada diferente, solidaria, sensible, también real y respetuosa, a una de las lacras más sangrantes de nuestro mundo: el trabajo infantil.
Por desgracia nada de lo que este libro muestra es una leyenda. No hay retoques fotográficos ni palabras vacías. Nada es menos de lo que parece. En sus páginas aparecen niños de entre cinco y doce años. Niños que trabajan de sol a sol para ayudar a mantener a sus familias, niños que viven como niños una realidad de adultos. Pero n niños a pesar de todo. Niños que con su natural alegría superan sus miserias y escapan de su infortunio gracias a este pequeño y particular santuario que es la escuela. Por que sí, todos ellos son niños escolarizados gracias al programa Proniño que promueve e impulsa Fundación Telefónica.
Misión: Erradicación del trabajo infantil
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), trabajo infantil es todo aquel que priva a los pequeños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. En la actualidad, según cifras del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT, hay en Latinoamérica 5,7 millones de niños y niñas que trabajan, mientras que en el mundo la cifra llega a elevarse escandalosamente hasta los 115 millones.
Estos niños, en su gran mayoría, trabajan en el sector de la agricultura, pero miles de ellos realizan su trabajo en otros sectores de alto riesgo, como pueden ser la minería, los basureros o el trabajo doméstico. Mención señalada merecen los casos en que lo hacen en las peoresformas de trabajo infantil, como son la esclavitud, la servidumbre por deudas, el tráfico de personas, el reclutamiento forzoso en conflictos armados, la explotación sexual comercial, la pornografía o las actividades ilícitas.
La dimensión del problema es de tal magnitud, que basta con pensar que hace tan solo quince años el trabajo infantil no era considerado ni tan siquiera un motivo de preocupación en la región. Hoy, a pesar de que muchos de los países han avanzado de forma considerable con la aplicación de políticas y planes para enfrentar el trabajo infantil, su alta incidencia muestra la necesidad de redoblar los esfuerzos y fortalecer las acciones encaminadas a su total erradicación.
Baste como ejemplo el caso particular de la zona del Caribe, donde estados como Bahamas, Barbados, Belice, Guyana, Jamaica, Surinam o Trinidad y Tobago empiezan a desarrollar, en una fecha tan reciente como 2001, las primeras acciones específicas en relación a este problema. De los 35 países miembros de la OIT en la región americana, tan solo 27 han ratificado el Convenio número 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo (faltan algunos significativos como Canadá, Estados Unidos o México). Incluso así, todavía hoy dos países de la zona (Surinam y Haití) que no han ratificado ninguno de los convenios de la OIT relativos altrabajo infantil, y otros como Cuba y Venezuela siguen evitando ratificar el Convenio número 182 sobre las peores formas de trabajo infantil.
Fotógrafos vs trabajo infantil
En América Central y América del Sur hoy día se están ya implementando programas para resolver este problema, formulando sistemas de vigilancia y seguimiento del trabajo infantil en el que también participan los interlocutores sociales. El IPEC no olvida el caso particular de los niños indígenas, los más pobres entre los pobres, quienes padecen las peores formas de discriminación y la total falta de acceso a los servicios sociales nacionales.
Dentro de este singular escenario, organismos e instituciones nacionales e internacionales tratan de encontrar soluciones que mitiguen en cierto modo la incidencia de esta lacra. Desde hace más de diez años, Fundación Telefónica contribuye a la solución de esta situación en trece países de Latinoamérica (Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Urguay y Venezuela) a través de su programa Proniño, un proyecto de acción social que en la actualidad mantiene escolarizados a casi 200.000 niños de esta región. El objetivo final es conseguir retirarlos progresivamente de la calle, darles protección integral y una educación sostenible y de calidad que favorezca su integración y que les garantice oportunidades de futuro.
Para alcanzar esta meta, el programa aborda la problemática desde una perspectiva de actuación global, no conformándose únicamente con atender de manera directa a los niños, sino diversificando sus acciones encaminándolas hacia las familias de los niños, la escuela, las instituciones y, en general, a toda la sociedad.
Fundación Telefónica y su programa Proniño son por tanto uno de los muchos ejemplos de esfuerzo y dedicación empresarial destinados a eliminar el trabajo infantil a través de la educación. Sin embargo, en un intento por ir un paso más allá, Proniño aborda también una dimensión comunicativa, dando a conocer el problema, haciéndolo visible ante la sociedad con el objetivo de lograr que ésta se sensibilice y adopte de manera convincente las medidas necesarias para su total erradicación.
Proyecto La Hora del Recreo
Es en este marco de comunicación a la sociedad donde nació hace ahora más de un año el proyecto La Hora del Recreo, un libro de miradas y de historias coordinado por el escritor Fernando Marías y el fotógrafo famosoCarlos Spottorno. Fueron ellos quienes a través de una serie de pequeñas historias anónimas quisieron mostrar la tarea transformadora y educativa que el programa Proniño ejerce en toda Latinoamérica. Junto a ellos, los fotógrafos Carlos, Renzo, Walter, Lurdes y Álvaro se embarcaron en una iniciativa llamada a dejar una honda impresión en sus vidas, tanto personal como profesional. El contacto con los niños –a los que dedicaron gran parte del tiempo para conocerlos, y no solo a través de su mirada y de sus gestos, sino también a través de su voz–, su capacidad de superación y su alegría ante el infortunio les llevaría a replantearse nuestra actual escala de valores.
Como parte de la iniciativa, todos los implicados llevaron consigo una grabadora. Con ella registraron las distintas historias personales abordadas, los anhelos, las vivencias, las necesidades. Un documento sonoro, de una fuerza plástica y emocional sobrecogedora, que unidos al testimonio gráfico y escrito, contribuyen a dejar constancia de una realidad no por triste y penosa insuperable. Más tarde, de regreso a España, todo este material sirvió para que 16 grandes escritores desarrollaran una historia, un cuento, un relato breve a partir del sentimiento que les produjeron aquellas miradas, aquellas voces de los 16 protagonistas.
Héctor Abad Faciolince, Lola Beccaria, Ángeles Caso, Alonso Cueto, Espido Freire, Fernando Iwasaki, Gustavo Martín Garzo, Luisgé Martín, Ricardo Menéndez Salmón, Vicente Molina Foix, Soledad Puértolas , Rosa Regàs, Javier Reverte, Marta Rivera de la Cruz, Santiago Roncagliolo y Care Santos. Todos autores de éxito, todos hombres y mujeres comprometidos, recibieron las fotografías y unas grabaciones de un niño determinado con el encargo de hacer un ejercicio de inmersión en sus vidas, en su entorno y en sus sueños. Y así, de la mano de su imaginación y su sensibilidad, afloraron 16 historias únicas. Únicas en su desarrollo, pero un calco de miles de otras historias que día tras día se repiten en el mundo para vergüenza de todos. Tal como relatan los coordinadores Fernando Marías y Carlos Spottorno en el prólogo de La Hora del Recreo, estamos ante un libro de miradas, un libro donde “el fotógrafo mira al niño con la cámara, el niño mira al escritor desde las fotos y el novelista se mira a sí mismo para escribir”.
1 comentario:
Tuve la suerte de ser voluntario en el proyecto "proniño" de telefónica, concretamente en Perú.
Fue una experiencia a la que no estábamos acostumbrados aquí, choca ver a lo largo de las calle a niños y niñas como vendedores de prensa o de chucherías, cuando no, en la empresas de hacer ladrillos, o en los basurales recogiendo materiales para posteriormente reciclar.
Pero lo peor no es esto, se puede llegar todavía un poco mas hondo en la degeneración del hombre,muchos de estos niños y niñas eran sometidos a abusos por los adultos de su entorno.
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