Guantánamo
El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, emitirá una orden ejecutiva en los primeros días de su mandato para cerrar el centro de detención en la base de Guantánamo, aseguraron este lunes asesores de su equipo de transición.
Desde 2002, Washington mantiene detenidos a sospechosos de terrorismo en esa prisión. La ONU pide su cierre por violaciones a los derechos humanos. EE UU la considera un punto estratégico El Mar Caribe está a pocos metros del Campo Delta, pero los prisioneros nunca ven sus aguas de color turquesa. Frente a sus ojos sólo tienen intrincadas murallas de alambre y concertinas por los cuatro costados. Afuera hay una playa paradisíaca y dentro un campo de concentración.
La prisión se levanta a un costado de la base naval estadounidense de Guantánamo, de 117,6 kilómetros cuadrados, enclavada dentro de la isla de Cuba desde hace 103 años, bajo la figura de un arrendamiento a perpetuidad.
La base cobró una importancia inusitada para el régimen de George W. Bush desde enero de 2002. Se convirtió en un sitio ideal para encerrar a los "enemigos combatientes", como el Pentágono llama a los sospechosos de colaborar o ser parte de la red Al Qaeda, liderada por Osama bin Laden. Todos fueron capturados en diferentes países, especialmente de Medio Oriente, Asia y África, luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
La única forma de llegar para cualquier civil es por vía aérea.
Se debe tomar un vuelo charter en el aeropuerto de Fort Lauderdale, al norte de Florida, que demora tres horas.
Un limbo legal. El Campo Delta está compuesto por cinco presidios de mediana y máxima seguridad. Pero el recorrido solo incluye los centros 1, 4 y 5. "Por motivos de seguridad", los militares no muestran a la prensa los reclusorios 2 y 3. Tampoco las celdas de castigo.
Desde 2002, por este centro han pasado 776 sospechosos de terrorismo de 48 países, en su mayoría proveniente de Afganistán, Yemen, Pakistán, Argelia y Arabia Saudita, según un informe del Pentágono, desclasificado por primera vez en marzo de 2006.
Para Washington, Guantánamo es una base naval extraterritorial: bajo esta figura no tiene que rendir cuentas de sus actos a sus propios tribunales, ni a los de otros países u organismos internacionales. Tampoco a las autoridades cubanas, que la han denunciado como una ocupación arbitraria.
Por eso, Guantánamo es considerado un limbo legal, donde los sospechosos de terrorismo son encerrados sin ningún cargo criminal, ni acceso a un abogado o a un proceso judicial.
Mientras están cautivos viven en absoluta zozobra, no saben cuál será su suerte o si algún día serán liberados, porque no han sido condenados.
Desde que Guantánamo se convirtió en una de las prisiones simbólicas del 11-S, la ONU, la Cruz Roja y Amnistía Internacional han denunciado flagrantes violaciones a los derechos humanos y judiciales de los detenidos.
Uno de los casos más emblemáticos denunciados por Amnistía Internacional es el de Martin Mubanga, liberado en 2005. "El propósito de estos campos es quebrarte física, psíquica y espiritualmente.
Muchas veces estuve aislado y prácticamente desnudo, salvo por unos calzoncillos. Durante el aislamiento, el aire acondicionado siempre estaba funcionando y por la noche era especialmente frío. No podía dormir y tenía que hacer ejercicio toda la noche. Me despertaba por el frío. Por si fuera poco, me amenazaban con castigarme por hacer determinados ejercicios para entrar en calor. Otras veces me maltrataban en el interrogatorio". Para el Pentágono, la sola sospecha convertía a Mubanga en un peligroso terrorista y por eso estuvo preso 33 meses en la isla.
En el primer campo. La cárcel 1 tiene varios bloques rectangulares, similares a contenedores, de 48 celdas cada uno, con mallas de acero que permiten observar todo el tiempo a los cautivos, que no tienen intimidad.
Este es el primer presidio al que llegan los detenidos en Guantánamo. "Están aquí porque cometieron un acto de guerra en nuestra contra. Son terroristas capaces de cualquier cosa", explica Kris Winter, una oficial de 55 años con mirada de hierro.
Dentro de cada celda, una pequeña flecha negra con dirección al este está pintada al pie de una placa metálica, que se levanta a un metro del suelo.
Allí, los prisioneros colocan sus escuálidos colchones de espuma, similares a un aislante de alta montaña, que usan para dormir y para cubrirse cuando hacen sus necesidades. La flecha –que también está pintada en los patios– les indica a los prisioneros, en su mayoría musulmanes, la orientación a La Meca, la ciudad santa de su religión. Hacia esa dirección los cautivos oran cinco veces al día.
Cada preso recibe un libro del Corán (que cuelga de las mallas metálicas), un shipá o rosario, un gorrito y dos botellas de aceite aromático para orar.
En cada celda, de dos por tres metros, hay un retrete a ras del piso y un lavamanos metálico. Sobre la cama hay una toalla, papel higiénico, pasta dental, un par de sandalias, una sábana y un uniforme tomate. Los presos no pueden tener ningún efecto personal. El color anaranjado identifica a los rebeldes, que no cooperan con datos; el ocre a los de mediana peligrosidad y el blanco a los más colaboradores.
La vigilancia en el campo 1 está a cargo de 300 guardias – hombres y mujeres– que rotan tres veces al día en turnos de ocho horas. Durante la vigilia, caminan constantemente por los pasillos que en las noches tienen siempre las luces encendidas, igual que las celdas.
En los bloques 1,2 y 3, que tienen el piso y el techo de acero, permanecen los detenidos que no cooperan, señala Mack Keen, un hombre pequeño y delgado. Es decir, aquellos que se han negado a proporcionar datos relevantes.
Interrogatorios constantes. Los primeros en evaluar ese "buen comportamiento" son los 70 interrogadores de la CIA, el FBI y otras agencias de inteligencia que semanalmente realizan cerca de 300 interrogatorios, en unos compartimentos blancos detrás de las celdas. 30% de los detenidos es interrogado de forma permanente.
En las indagaciones también están presentes decenas de traductores que hablan 18 lenguas y nueve dialectos. Cada detenido ha sido interrogado, al menos, unas 30 veces, en entrevistas de 120 minutos, según declararon a la prensa algunos de los sospechosos luego de su liberación.
En el libro Las cadenas de Guantánamo, los afganos Abdul Rahim Muslim y Badr uzZaman detallan las torturas físicas y mentales a las que fueron sometidos. Ambos, que estuvieron detenidos durante tres años y fueron liberados el año pasado, denunciaron el empleo de perros para intimidarlos y extenuantes interrogatorios. Sin embargo, lo peor de Guantánamo, aseguran otros que han salido, "es la incertidumbre".
"Cada país tiene su propia forma de torturar gente. En Rusia te golpean y te maltratan físicamente. Pero los americanos tienen sus propios métodos, con los cuales te hacen perder la cabeza lentamente. Cada día, ellos se idean nuevas formas de hacerte sentir peor", declaró Rustam Akhmiarov, un ruso de 26 años, a The New York Times, luego de ser excarcelado.
En su informe divulgado el 19 de mayo pasado, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU concluyó que en Guantánamo existen condiciones de detención con el aislamiento por años que significa un trato inhumano degradante.
Además, se aplican técnicas de interrogatorio que abarcan sonidos enloquecedores, música a volúmenes inaceptables, intimidación con perros y agravios a sus convicciones religiosas.
El 29 de junio, la Corte de Estados Unidos declaró ilegales a los tribunales en Guantánamo, pues violaban la Convención de Ginebra, que establece un trato humanitario para los presos de guerra.
Obligado por la oleada de críticas, Bush anunció oficialmente, el 11 de julio, que a los detenidos en Guantánamo se les aplicaría ese tratado internacional. Por eso, en los campos todos los oficiales y soldados no dejan de hablar del respeto a los derechos humanos. Mientras camina por los vericuetos del presidio, la oficial Winter asegura que las declaraciones son obtenidas de manera voluntaria. "Nunca empleamos la violencia física". Luego, Winter accede a un gran patio vacío de arena, del tamaño de un estadio, donde hay unos 20 canchones separados por alambradas.
Estos espacios son utilizados para la "recreación" de los prisioneros, una hora al día.
Mediana seguridad. El recorrido continúa en el campo 4. Un grupo de 15 detenidos, que visten un uniforme blanco y un gorrito, está sentado en un pequeño patio con bancas de cemento, con una cubierta metálica, donde también hay una bicicleta estática para ejercicios y otros aparatos. Muchos llevan barbas espesas por debajo de la quijada, usan sandalias y se ven tranquilos. Para pasar a esta zona, donde pueden permanecer en promedio 180 días, deben cooperar significativamente en los interrogatorios, con datos certeros, que se corroboran en otros niveles.
El campo 4 es la evidencia de que el sistema de premios y recompensas vigente en Guantánamo funciona a la perfección.
En sus dormitorios colectivos, los presos, cuyas edades oscilan entre los 30 y 60 años, cuentan con juegos de azar, pueden recibir más material de lectura y tiempo de recreo.
Pero a pesar de la aparente tranquilidad del campo, los guardias se ven extremadamente tensos. El jefe de los celadores –un hombre corpulento de 1,90 metros de estatura, que prefiere no dar su nombre– cuenta que para los carceleros este es el campo más peligroso porque los detenidos –a quienes llaman por su número y no por su nombre– tienen la oportunidad de planificar y actuar en grupo. Precisamente, aquí han ocurrido muchas huelgas de hambre y motines.
Según un informe del Pentágono hecho público el 1° de agosto, los prisioneros han atacado a los guardias cientos de veces, fabricando armas rudimentarias a partir de urinarios rotos, alambres, utensilios.
"Los guardias regularmente son agredidos con cabezazos, escupidos y salpicados por `cocteles’ hechos con heces fecales, orina, vómito... que los prisioneros recogen en tazones de comida". Los reportes señalan que, entre 2002 y 2005 se registraron 440 incidentes.
El guardia al mando del campo corrobora esos datos y admite que constantemente teme por su seguridad y la de sus compañeros. Varios militares contaron que lo único que esperaban era que su misión acabe lo antes posible para "regresar a casa".
Máxima alerta. Es cerca del mediodía. Después de franquear varias puertas de alambre, los militares que hacen de guías en el recorrido dejan el Campo Delta por la parte trasera y salen a la calle. En ese lado se levanta el campo 5 de máxima seguridad, que está al mando del teniente Chris Shleman. Lo acompaña el sargento Earl Faith, un recio soldado del Ejército americano que habla a gritos.
Este presidio es una especie de penal de cemento, con una torre central lila, desde donde se controlan electrónicamente todos los accesos y se sigue cualquier movimiento a través de cámaras de televisión. Alrededor de la torre, cubierta por espejos blindados y barras de metal, hay cuatro pabellones con 28 celdas cada uno.
Esta cárcel es actualmente el hogar de 70 detenidos, considerados de gran peligrosidad y de un enorme valor para las agencias de Inteligencia. A la entrada de uno de los pabellones, donde impera un silencio sepulcral, cuelgan sobre una pared una docena de cinturones negros con esposas de acero. El sargento Faith muestra a la izquierda una pequeña habitación de tres metros cuadrados, que en un lado tiene tres sillas negras y al frente un sillón celeste enorme. Al pie del mueble hay un par de esposas sujetas a un tubo fijo en el piso de cemento. Es el cuarto de interrogatorios donde hay dos cámaras de televisión en una esquina: una fija y otra móvil.
Además de los agentes de la CIA y el FBI con sus intérpretes, en Guantánamo los presos pueden tener contacto con los abogados militares que el Pentágono les asigna, y los delegados de la Cruz Roja, que también llevan la correspondencia a sus familiares, previa revisión del contenido. Los internos no pueden recibir la visita de ningún familiar o de los derechos humanos.
Los detenidos, que usan uniformes tomates, blancos y marrones, permanecen recluidos 23 horas diarias. En estas tumbas de concreto, con extrañas ventanas alargadas hacia el techo, de 15 cm de ancho, donde aparece incrustado un ejemplar del Corán, las luces tampoco se apagan.
La fuente más importante. "La fuente más importante de información sobre dónde se esconden los terroristas y lo que planean, son los propios terroristas", dijo Bush. "Estados Unidos no tortura, va contra nuestra ley y nuestros valores".
Sin embargo, en un reporte publicado el 29 de septiembre, Amnistía Internacional señala que muchos de los sospechosos detenidos en Guantánamo, incluidos algunos niños, "fueron capturados sin pruebas suficientes en Pakistán, luego torturados y vendidos a las autoridades estadounidenses por cazadores de recompensas que cobraron hasta 5.000 dólares por su trabajo".
En este presidio hay 460 prisioneros. Solo diez de ellos enfrentan acusaciones formales de terrorismo. Han sido liberados 321 prisioneros, es decir 40% de los 776 detenidos desde 2002 en este reclusorio.
La prisión se levanta a un costado de la base naval estadounidense de Guantánamo, de 117,6 kilómetros cuadrados, enclavada dentro de la isla de Cuba desde hace 103 años, bajo la figura de un arrendamiento a perpetuidad.
La base cobró una importancia inusitada para el régimen de George W. Bush desde enero de 2002. Se convirtió en un sitio ideal para encerrar a los "enemigos combatientes", como el Pentágono llama a los sospechosos de colaborar o ser parte de la red Al Qaeda, liderada por Osama bin Laden. Todos fueron capturados en diferentes países, especialmente de Medio Oriente, Asia y África, luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
La única forma de llegar para cualquier civil es por vía aérea.
Se debe tomar un vuelo charter en el aeropuerto de Fort Lauderdale, al norte de Florida, que demora tres horas.
Un limbo legal. El Campo Delta está compuesto por cinco presidios de mediana y máxima seguridad. Pero el recorrido solo incluye los centros 1, 4 y 5. "Por motivos de seguridad", los militares no muestran a la prensa los reclusorios 2 y 3. Tampoco las celdas de castigo.
Desde 2002, por este centro han pasado 776 sospechosos de terrorismo de 48 países, en su mayoría proveniente de Afganistán, Yemen, Pakistán, Argelia y Arabia Saudita, según un informe del Pentágono, desclasificado por primera vez en marzo de 2006.
Para Washington, Guantánamo es una base naval extraterritorial: bajo esta figura no tiene que rendir cuentas de sus actos a sus propios tribunales, ni a los de otros países u organismos internacionales. Tampoco a las autoridades cubanas, que la han denunciado como una ocupación arbitraria.
Por eso, Guantánamo es considerado un limbo legal, donde los sospechosos de terrorismo son encerrados sin ningún cargo criminal, ni acceso a un abogado o a un proceso judicial.
Mientras están cautivos viven en absoluta zozobra, no saben cuál será su suerte o si algún día serán liberados, porque no han sido condenados.
Desde que Guantánamo se convirtió en una de las prisiones simbólicas del 11-S, la ONU, la Cruz Roja y Amnistía Internacional han denunciado flagrantes violaciones a los derechos humanos y judiciales de los detenidos.
Uno de los casos más emblemáticos denunciados por Amnistía Internacional es el de Martin Mubanga, liberado en 2005. "El propósito de estos campos es quebrarte física, psíquica y espiritualmente.
Muchas veces estuve aislado y prácticamente desnudo, salvo por unos calzoncillos. Durante el aislamiento, el aire acondicionado siempre estaba funcionando y por la noche era especialmente frío. No podía dormir y tenía que hacer ejercicio toda la noche. Me despertaba por el frío. Por si fuera poco, me amenazaban con castigarme por hacer determinados ejercicios para entrar en calor. Otras veces me maltrataban en el interrogatorio". Para el Pentágono, la sola sospecha convertía a Mubanga en un peligroso terrorista y por eso estuvo preso 33 meses en la isla.
En el primer campo. La cárcel 1 tiene varios bloques rectangulares, similares a contenedores, de 48 celdas cada uno, con mallas de acero que permiten observar todo el tiempo a los cautivos, que no tienen intimidad.
Este es el primer presidio al que llegan los detenidos en Guantánamo. "Están aquí porque cometieron un acto de guerra en nuestra contra. Son terroristas capaces de cualquier cosa", explica Kris Winter, una oficial de 55 años con mirada de hierro.
Dentro de cada celda, una pequeña flecha negra con dirección al este está pintada al pie de una placa metálica, que se levanta a un metro del suelo.
Allí, los prisioneros colocan sus escuálidos colchones de espuma, similares a un aislante de alta montaña, que usan para dormir y para cubrirse cuando hacen sus necesidades. La flecha –que también está pintada en los patios– les indica a los prisioneros, en su mayoría musulmanes, la orientación a La Meca, la ciudad santa de su religión. Hacia esa dirección los cautivos oran cinco veces al día.
Cada preso recibe un libro del Corán (que cuelga de las mallas metálicas), un shipá o rosario, un gorrito y dos botellas de aceite aromático para orar.
En cada celda, de dos por tres metros, hay un retrete a ras del piso y un lavamanos metálico. Sobre la cama hay una toalla, papel higiénico, pasta dental, un par de sandalias, una sábana y un uniforme tomate. Los presos no pueden tener ningún efecto personal. El color anaranjado identifica a los rebeldes, que no cooperan con datos; el ocre a los de mediana peligrosidad y el blanco a los más colaboradores.
La vigilancia en el campo 1 está a cargo de 300 guardias – hombres y mujeres– que rotan tres veces al día en turnos de ocho horas. Durante la vigilia, caminan constantemente por los pasillos que en las noches tienen siempre las luces encendidas, igual que las celdas.
En los bloques 1,2 y 3, que tienen el piso y el techo de acero, permanecen los detenidos que no cooperan, señala Mack Keen, un hombre pequeño y delgado. Es decir, aquellos que se han negado a proporcionar datos relevantes.
Interrogatorios constantes. Los primeros en evaluar ese "buen comportamiento" son los 70 interrogadores de la CIA, el FBI y otras agencias de inteligencia que semanalmente realizan cerca de 300 interrogatorios, en unos compartimentos blancos detrás de las celdas. 30% de los detenidos es interrogado de forma permanente.
En las indagaciones también están presentes decenas de traductores que hablan 18 lenguas y nueve dialectos. Cada detenido ha sido interrogado, al menos, unas 30 veces, en entrevistas de 120 minutos, según declararon a la prensa algunos de los sospechosos luego de su liberación.
En el libro Las cadenas de Guantánamo, los afganos Abdul Rahim Muslim y Badr uzZaman detallan las torturas físicas y mentales a las que fueron sometidos. Ambos, que estuvieron detenidos durante tres años y fueron liberados el año pasado, denunciaron el empleo de perros para intimidarlos y extenuantes interrogatorios. Sin embargo, lo peor de Guantánamo, aseguran otros que han salido, "es la incertidumbre".
"Cada país tiene su propia forma de torturar gente. En Rusia te golpean y te maltratan físicamente. Pero los americanos tienen sus propios métodos, con los cuales te hacen perder la cabeza lentamente. Cada día, ellos se idean nuevas formas de hacerte sentir peor", declaró Rustam Akhmiarov, un ruso de 26 años, a The New York Times, luego de ser excarcelado.
En su informe divulgado el 19 de mayo pasado, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU concluyó que en Guantánamo existen condiciones de detención con el aislamiento por años que significa un trato inhumano degradante.
Además, se aplican técnicas de interrogatorio que abarcan sonidos enloquecedores, música a volúmenes inaceptables, intimidación con perros y agravios a sus convicciones religiosas.
El 29 de junio, la Corte de Estados Unidos declaró ilegales a los tribunales en Guantánamo, pues violaban la Convención de Ginebra, que establece un trato humanitario para los presos de guerra.
Obligado por la oleada de críticas, Bush anunció oficialmente, el 11 de julio, que a los detenidos en Guantánamo se les aplicaría ese tratado internacional. Por eso, en los campos todos los oficiales y soldados no dejan de hablar del respeto a los derechos humanos. Mientras camina por los vericuetos del presidio, la oficial Winter asegura que las declaraciones son obtenidas de manera voluntaria. "Nunca empleamos la violencia física". Luego, Winter accede a un gran patio vacío de arena, del tamaño de un estadio, donde hay unos 20 canchones separados por alambradas.
Estos espacios son utilizados para la "recreación" de los prisioneros, una hora al día.
Mediana seguridad. El recorrido continúa en el campo 4. Un grupo de 15 detenidos, que visten un uniforme blanco y un gorrito, está sentado en un pequeño patio con bancas de cemento, con una cubierta metálica, donde también hay una bicicleta estática para ejercicios y otros aparatos. Muchos llevan barbas espesas por debajo de la quijada, usan sandalias y se ven tranquilos. Para pasar a esta zona, donde pueden permanecer en promedio 180 días, deben cooperar significativamente en los interrogatorios, con datos certeros, que se corroboran en otros niveles.
El campo 4 es la evidencia de que el sistema de premios y recompensas vigente en Guantánamo funciona a la perfección.
En sus dormitorios colectivos, los presos, cuyas edades oscilan entre los 30 y 60 años, cuentan con juegos de azar, pueden recibir más material de lectura y tiempo de recreo.
Pero a pesar de la aparente tranquilidad del campo, los guardias se ven extremadamente tensos. El jefe de los celadores –un hombre corpulento de 1,90 metros de estatura, que prefiere no dar su nombre– cuenta que para los carceleros este es el campo más peligroso porque los detenidos –a quienes llaman por su número y no por su nombre– tienen la oportunidad de planificar y actuar en grupo. Precisamente, aquí han ocurrido muchas huelgas de hambre y motines.
Según un informe del Pentágono hecho público el 1° de agosto, los prisioneros han atacado a los guardias cientos de veces, fabricando armas rudimentarias a partir de urinarios rotos, alambres, utensilios.
"Los guardias regularmente son agredidos con cabezazos, escupidos y salpicados por `cocteles’ hechos con heces fecales, orina, vómito... que los prisioneros recogen en tazones de comida". Los reportes señalan que, entre 2002 y 2005 se registraron 440 incidentes.
El guardia al mando del campo corrobora esos datos y admite que constantemente teme por su seguridad y la de sus compañeros. Varios militares contaron que lo único que esperaban era que su misión acabe lo antes posible para "regresar a casa".
Máxima alerta. Es cerca del mediodía. Después de franquear varias puertas de alambre, los militares que hacen de guías en el recorrido dejan el Campo Delta por la parte trasera y salen a la calle. En ese lado se levanta el campo 5 de máxima seguridad, que está al mando del teniente Chris Shleman. Lo acompaña el sargento Earl Faith, un recio soldado del Ejército americano que habla a gritos.
Este presidio es una especie de penal de cemento, con una torre central lila, desde donde se controlan electrónicamente todos los accesos y se sigue cualquier movimiento a través de cámaras de televisión. Alrededor de la torre, cubierta por espejos blindados y barras de metal, hay cuatro pabellones con 28 celdas cada uno.
Esta cárcel es actualmente el hogar de 70 detenidos, considerados de gran peligrosidad y de un enorme valor para las agencias de Inteligencia. A la entrada de uno de los pabellones, donde impera un silencio sepulcral, cuelgan sobre una pared una docena de cinturones negros con esposas de acero. El sargento Faith muestra a la izquierda una pequeña habitación de tres metros cuadrados, que en un lado tiene tres sillas negras y al frente un sillón celeste enorme. Al pie del mueble hay un par de esposas sujetas a un tubo fijo en el piso de cemento. Es el cuarto de interrogatorios donde hay dos cámaras de televisión en una esquina: una fija y otra móvil.
Además de los agentes de la CIA y el FBI con sus intérpretes, en Guantánamo los presos pueden tener contacto con los abogados militares que el Pentágono les asigna, y los delegados de la Cruz Roja, que también llevan la correspondencia a sus familiares, previa revisión del contenido. Los internos no pueden recibir la visita de ningún familiar o de los derechos humanos.
Los detenidos, que usan uniformes tomates, blancos y marrones, permanecen recluidos 23 horas diarias. En estas tumbas de concreto, con extrañas ventanas alargadas hacia el techo, de 15 cm de ancho, donde aparece incrustado un ejemplar del Corán, las luces tampoco se apagan.
La fuente más importante. "La fuente más importante de información sobre dónde se esconden los terroristas y lo que planean, son los propios terroristas", dijo Bush. "Estados Unidos no tortura, va contra nuestra ley y nuestros valores".
Sin embargo, en un reporte publicado el 29 de septiembre, Amnistía Internacional señala que muchos de los sospechosos detenidos en Guantánamo, incluidos algunos niños, "fueron capturados sin pruebas suficientes en Pakistán, luego torturados y vendidos a las autoridades estadounidenses por cazadores de recompensas que cobraron hasta 5.000 dólares por su trabajo".
En este presidio hay 460 prisioneros. Solo diez de ellos enfrentan acusaciones formales de terrorismo. Han sido liberados 321 prisioneros, es decir 40% de los 776 detenidos desde 2002 en este reclusorio.
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