Israel cruza la barrera de los 1.000 muertos en su ofensiva en Gaza
- • Al menos 300 niños han perdido la vida, otros 1.600 están heridos, y varios miles, traumatizados
- • El nuevo armamento del Ejército israelí causa a los menores graves quemaduras y amputaciones
JERUSALÉN
"Si Gaza se pudiera hundir simplemente en el mar". En 1992, el entonces ministro israelí de Defensa, Yitzhak Rabin, expresó con estas palabras uno de los viejos sueños de la clase dirigente israelí, ahora materializado, al menos metafóricamente. Los muertos palestinos en la ofensiva del Ejército de Israel superaron ayer, en el décimo noveno día de ataques consecutivos, la barrera del millar: 1012, según los servicios de emergencias de Gaza. De ellos 300 son niños. Una generación entera ha sido arrojada al retrete porque a esas víctimas mortales inocentes se suman los miles que han quedado huérfanos o traumatizados.
"Es trágico e inaceptable", protestó ayer la secretaria ejecutiva del Unicef, Ann Veneman, refiriéndose a los más de 300 niños que han muerto y los 1.600 que han resultado heridos, según el Ministerio de Salud de Gaza. La franja es uno de los territorios con población más joven del mundo. El 45% de sus habitantes tiene menos de 15 años y la edad media es de 17,2 años.
UN INFIERNO PARTICULAR Los menores están viviendo su particular infierno. Muchos han visto como sus casas eran bombardeadas o han tenido que huir para buscar refugio en colegios o casas de familiares. Algunos han pasado horas bajo los escombros o días atrapados junto a los cadáveres de los suyos debido a las trabas que Israel impone a las ambulancias para entrar en las zonas tomadas por sus tropas. El impacto psicológico, advierten los especialistas, será tremendo.
"Esta guerra va a dejar una generación de niños con trastornos psicológicos de por vida. Niños con toda clase de fobias, con problemas para concentrarse, con comportamiento agresivo y trastornos del habla", afirma por teléfono desde la franja, el psiquiatra Ahmed Abu Tawahina. El peor cuadro clínico lo augura para los pequeños que vieron morir a sus padres. "Estos chavales se sentirán culpables por no haber sido capaces de proteger a los suyos; acaban recurriendo a la automutilación como mecanismo de autodefensa; se golpean la cabeza contra la pared o se arrancan el cuero cabelludo".
Esta ofensiva israelí está teniendo un rasgo peculiar. Docenas de niños llegan a los hospitales con graves quemaduras o con heridas casi invisibles que acaban degenerando hasta provocar la amputación de las extremidades. "Nunca habíamos visto nada igual, pero creemos que se debe a las nuevas armas que emplea Israel", afirma un portavoz del Hospital Shifa de Gaza. Se refiere al fósforo blanco y al DIME, armas que el Estado judío ni confirma ni desmiente que esté utilizando.
Ibrahim Asaliya, de 17 años, contaba ayer desde el Hospital de Shifa su más que probable experiencia con el fósforo. "Un tanque alcanzó la casa de mi tío. Corrí a ver qué había pasado y entonces otro tanque disparó. De repente me vi envuelto en una nube de humo y fuego", dijo a un periodista consultado por este diario. Ibrahim tiene ahora quemaduras por todo el cuerpo y la cara. Esta legión de discapacitados creada por la ofensiva israelí tendrá que sobrevivir en una Gaza ruinosa. El bloqueo ya había aplastado al sector privado. Ahora los bombardeos han destruido las instituciones públicas. "Más allá de los edificios, se han perdido los datos y los planes que permiten dar servicios a una sociedad", afirma el economista Sami Abdelsafi.
SUBDESARROLLO DELIBERADO Para algunos observadores, este golpe es la culminación de un largo proceso de subdesarrollo deliberado impuesto por Israel durante casi 42 años de ocupación. De otra manera lo expresaba Rabin en 1985: "El Gobierno israelí no iniciará desarrollo alguno en los territorios ocupados ni otorgará permisos para expandir la industria y la agricultura que pueda competir con Israel".
Otra pregunta es la suerte que le espera a la generación de jóvenes aplastada por esta guerra. "Los menores que sufrieron las represalias de la primera Intifada se convirtieron 15 años después en suicidas", explica el doctor Tauahina. "Estos chavales me temo que serán todavía más extremistas", concluye.
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