VIOLACIÓN ENTRE REJAS
A juzgar por la prensa popular, la violación es aceptada casi como algo común en las cárceles, tanto es así, que cuando se habla de prisiones es cuasi obligada la referencia jocosa a las violaciones. Teniendo en cuenta el lugar que ocupa la violación en la visión generalizada de la vida carcelaria, pocas personas se sorprenderían ante la declaración de que los hombres son violados frecuentemente en prisión. A pesar de ello, se echa de menos una atención seria, constante y constructiva al problema. Como Stephen Donaldson, ex presidente de la organización Stop Prisoner Rape, dijo una vez: "la violación masculina es un asunto tabú en el debate público…si alguna vez ha habido un crimen silenciado tras una cortina, es la violación masculina".
Sin lugar a dudas, la dura realidad de los abusos sexuales de unos presos sobre otros es poco conocida. No existen datos nacionales concluyentes sobre la frecuencia de la violación y otros abusos sexuales entre los presos en los Estados Unidos. Está claro que pocos comentaristas se atreven ni siquiera a especular sobre la incidencia nacional de la violación masculina, aunque algunos, extrapolando estudios a pequeña escala, han realizado estimaciones sobre su incidencia. Con el crecimiento asombroso de la población presidiaria durante las dos últimas décadas, tal ignorancia está más injustificada que nunca.
No es una sorpresa que las autoridades de prisiones defiendan, en general, que los abusos sexuales entre los presos son una excepción más que un problema sistemático. Los funcionarios de prisiones de Nuevo México, por ejemplo, al responder a nuestra solicitud de información del año 1997 sobre "el 'problema' de la violación y los abusos sexuales entre presos" (las comillas del "problema" son de ellos), señalaron que ellos no habían "registrado ningún incidente durante los últimos años". El Departamento de Servicios Correccionales de Nebraska informó a Human Rights Watch de que tales incidentes eran "mínimos". Solamente Texas, Ohio, Florida, Illinois y la Oficina Federal de Prisiones (Federal Bureau of Prisons) dijeron que tenían información de más de cincuenta incidentes en un año determinado, cantidad que, dado el tamaño de estos sistemas de prisiones, todavía se traduce en porcentajes extremadamente bajos de agresiones.
Sin embargo, la información de las autoridades no es consistente con las investigaciones independientes sobre el tema. Estudios académicos recientes han calculado porcentajes pasmosos de abusos sexuales, incluyendo relaciones forzadas orales y anales. En diciembre del 2000, el Prison Journal publicó un estudio basado en una investigación sobre los presos de siete cárceles de hombres en cuatro estados diferentes. El resultado mostraba que el 21 por ciento de los internos había mantenido al menos un contacto sexual forzado o bajo coacción desde su ingreso en la cárcel, y que por lo menos el 7 por ciento había sido violado dentro de la cárcel. Un estudio de 1996 sobre el sistema penitenciario de Nebraska produjo resultados similares, con un 22 por ciento de presidiarios denunciando que había sido coaccionado o forzado a tener contactos sexuales en contra de su voluntad dentro de la cárcel. De estos, alrededor del 50 por ciento se había sometido a relaciones anales al menos una vez. Extrapolando estos resultados a nivel nacional, obtenemos como resultado un total de 140.000 presos que han sido violados.
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