El alcohol genera violencia
El ser humano no es violento por naturaleza. No obstante, la relación entre consumo de alcohol y conductas violentas constituye un problema social que a menudo tiene repercusión legal, y se ha ido incrementando en numerosas partes del mundo hasta, incluso, ser asumidas por algunas personas y grupos humanos como parte de la vida cotidiana, sea en forma resignada o como expresión de airadas protestas.
En diversos estudios sobre violencia se ha observado que el exceso de alcohol es determinante en muchos casos de violencia. Alrededor de un 50% de los casos de violencia de género están vinculados al consumo del alcohol.
El aumento del riesgo de conductas violentas por el consumo de bebidas al alcohólicas se produce por factores multicausales que dependen de la propia acción farmacológica del alcohol, de las características del bebedor y de las condiciones ambientales en que ocurre la ingestión de esa bebida.
Los efectos del alcohol sobre la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso central afecta directamente la conciencia, la que nos permite razonar sobre nuestra propia existencia y reflejar, de manera adecuada, la realidad circundante, por lo que el consumo de alcohol puede promover alteraciones en las percepciones e ideas de las personas que han ingerido esta sustancia, lo que influye de modo negativo en sus relaciones con los demás y en la comprensión cabal de las circunstancias vividas. También puede ocurrir desinhibición, pérdida de control emocional, ruptura de códigos ético-morales y de las buenas costumbres de convivencia, lo que facilita la aparición de la violencia.
Las características individuales también actúan como moduladores. Según la personalidad del consumidor de alcohol, puede desencadenarse distintas actitudes y estilos de afrontamiento ante los eventos de la vida diaria: inestabilidad emocional, agresividad, poca tolerancia ante las frustraciones, pobre concepto de sí mismo y baja autoestima, e incluso acentuar determinados rasgos de la personalidad,
No menos importantes son las condiciones ambientales en las que se combinan el consumo de alcohol y las personas con mayor tendencia a reaccionar hacia las conductas violentas. La presencia de otros sujetos que también han ingerido estas sustancias, las aglomeraciones en los sitios de expendio, los patrones socioculturales que promueven la intolerancia, la falta de confianza y la incapacidad para el diálogo y la comunicación armónica también constituyen fuentes que favorecen la violencia.
Hay efectos producidos por el alcohol que promueven la sobrevaloración y seguridad en sí mismo del sujeto, lo que unido al entorpecimiento en sus capacidades de juicio y razonamiento, y al retardo en los reflejos, constituyen una de las principales causas de accidentes automovilísticos y en puestos laborales de riesgo, que son otras modalidades de conductas auto y heterodestructivas violentas
El nivel de alcohol en sangre, la severidad de la embriaguez y la asociación con otras drogas psicoactivas también marcan diferencias en la violencia ejercida bajo los efectos del alcohol.
La proclividad a la violencia influenciada por la ingestión de bebidas alcohólicas se puede producir tanto en un bebedor ocasional en estado de embriaguez como en el estado habitual de un dependiente alcohólico. Por tanto, beber cada vez menos para no llegar a la embriaguez o no beber será una invitación reflexiva protectora contra la violencia y sus consecuencias.
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