La violencia no es un instinto, no es un reflejo ni tampoco una conducta necesaria para la supervivencia. Como afirma el informe del Defensor del Pueblo “La violencia se aprende. Se aprende observando cómo los padres, los hermanos mayores o los vecinos se relacionan”. Lo cierto es que los estudios sobre violencia doméstica establecen la característica común de que tanto víctimas como agresores asumen con mayor permisividad la violencia porque crecieron en un entorno en el que ésta era una forma común de expresarse. La mayor parte de las mujeres maltratadas tuvieron experiencias negativas en su familia: sufrieron la violencia de sus padres o fueron testigo del sufrimiento de una madre maltratada, así, adquirieron un rol pasivo de sumisión y sometimiento. Están pues habituadas a este tipo de conducta por lo que han desarrollado una desvalorización de su persona y se han adaptado a un continuo maltrato. En cuanto a los maltratadores, igualmente proceden, en su mayoría, de familias donde existían los malos tratos y han interiorizado la violencia como un instrumento de poder.
Los psicólogos consideran que los modelos se repiten, perpetuándose el denominado “ciclo de violencia” por el que niñas maltratadas y niños maltratados o testigo del maltrato, acaban convirtiéndose en maltratadores. De esta manera, los modelos familiares y los roles sexuales transmitidos en la educación más primaria del individuo, tienen mucha más influencia que la educación recibida posteriormente.
Para lograr la erradicación de los malos tratos es fundamental acabar con los estereotipos del dominio del hombre, que se siente con el derecho de que su compañera y sus hijos le rindan obediencia, lealtad y respeto incondicional. Lograr que se asuman plenamente las relaciones de igualdad, con el respeto a la persona, independientemente de su sexo, es fundamental para trabajar en prevención.
La prevención a través de la educación es una de las reivindicaciones del colectivo de mujeres que trabajan con las víctimas del maltrato doméstico. El ya mencionado Plan de Acción destinó a educación y formación (donde también se incluyen cursos a profesionales de todos los ámbitos, educadores pero también policías) un total de 213 millones de pesetas mientras que en el área de sensibilización, que incluye medidas para que la sociedad se conciencie, se han invertido 394 millones. Inculcar valores de igualdad, de respeto, de tolerancia, educar en la no violencia, transmitir modelos donde la comunicación sea la palabra y no la agresión... son los pasos necesarios para erradicar esta flagrante violación de los Derechos Humanos más básicos.
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