VIOLENCIA CONTRA LA MUJER Y SIDA
Para muchas mujeres del mundo entero, la amenaza de la violencia que planea sobre sus vidas cotidianas exacerba su vulnerabilidad al VIH. El miedo a la violencia impide que las mujeres accedan a la información sobre el VIH/SIDA, se sometan a la prueba del VIH, revelen su estado serológico respecto al VIH, accedan a los servicios de prevención de la transmisión del VIH a los lactantes, y reciban tratamiento y asesoramiento, incluso cuando saben que se han infectado. Esto es particularmente cierto en los lugares donde el estigma relacionado con el VIH sigue siendo elevado.
La alta incidencia de las relaciones sexuales no consensuadas, la incapacidad de las mujeres para negociar unas relaciones sexuales más seguras y, en muchos casos, el miedo al abandono o expulsión de sus hogares y comunidades presentan un panorama sumamente acuciante, en particular para las mujeres que carecen de medios económicos.
En Sudáfrica, las encuestas nacionales indican que el 33% de las muchachas se muestran temerosas de negarse a tener relaciones sexuales y que el 55% las tienen a pesar de no desearlo porque su pareja insiste en ello.
Todavía más alarmante es el hecho de que entre el 20% y el 48% de las muchachas adolescentes de 10-25 años de edad comunican que su primera relación sexual fue forzada. Los muchachos también declaran haber sido obligados a tener relaciones sexuales, aunque en muchos países esto suele ser menos habitual que para las muchachas.
No son tan sólo las mujeres obligadas a tener relaciones sexuales fuera del matrimonio las que están en situación de riesgo. Una mujer joven casada que tiene una relación heterosexual monógama con su esposo también puede estar en riesgo. En estas circunstancias, los mensajes tradicionales de prevención son poco pertinentes porque existen menos probabilidades de que dentro del matrimonio se utilicen preservativos.
Por ejemplo, en un estudio llevado a cabo en Zambia se puso de manifiesto que solamente el 11% de las mujeres encuestadas creía que la mujer tiene derecho a pedirle a su esposo que utilice un preservativo, incluso cuando éste ha demostrado serle infiel y está infectado por el VIH.
En Kisumu (Zimbabwe), una investigación ha revelado que la mayoría de las mujeres seropositivas había sido infectada por su esposo. Además, las mujeres casadas que sospechaban que sus esposos eran VIH-positivos no siempre tenían muchas alternativas.
De acuerdo con una mujer entrevistada en ese estudio, “vemos a nuestros esposos con las viudas de hombres que han fallecido por el SIDA, pero ¿qué podemos hacer? Si nos negamos a tener relaciones sexuales, nuestros esposos nos dirán que cojamos nuestras cosas y nos vayamos. Y entonces, ¿adónde vamos?”. El estudio puso de relieve que uno de tres factores de riesgo era estar casada o haberlo estado.
Las mujeres se enfrentan a obstáculos adicionales debido a la omnipresencia de los marcos jurídicos discriminatorios que no garantizan la igualdad de derechos o de protección ante la ley. En muchos casos, las leyes de divorcio y propiedad injustas son una traba para que las mujeres abandonen las relaciones abusivas, mientras que en los países con leyes contra la violencia por razón del sexo, la insuficiencia de recursos,juntamente con las prácticas discriminatorias de la policía y los tribunales y la falta de apoyo institucional, dejan a la mujer sin acceso a una protección adecuada.
La alta incidencia de las relaciones sexuales no consensuadas, la incapacidad de las mujeres para negociar unas relaciones sexuales más seguras y, en muchos casos, el miedo al abandono o expulsión de sus hogares y comunidades presentan un panorama sumamente acuciante, en particular para las mujeres que carecen de medios económicos.
En Sudáfrica, las encuestas nacionales indican que el 33% de las muchachas se muestran temerosas de negarse a tener relaciones sexuales y que el 55% las tienen a pesar de no desearlo porque su pareja insiste en ello.
Todavía más alarmante es el hecho de que entre el 20% y el 48% de las muchachas adolescentes de 10-25 años de edad comunican que su primera relación sexual fue forzada. Los muchachos también declaran haber sido obligados a tener relaciones sexuales, aunque en muchos países esto suele ser menos habitual que para las muchachas.
No son tan sólo las mujeres obligadas a tener relaciones sexuales fuera del matrimonio las que están en situación de riesgo. Una mujer joven casada que tiene una relación heterosexual monógama con su esposo también puede estar en riesgo. En estas circunstancias, los mensajes tradicionales de prevención son poco pertinentes porque existen menos probabilidades de que dentro del matrimonio se utilicen preservativos.
Por ejemplo, en un estudio llevado a cabo en Zambia se puso de manifiesto que solamente el 11% de las mujeres encuestadas creía que la mujer tiene derecho a pedirle a su esposo que utilice un preservativo, incluso cuando éste ha demostrado serle infiel y está infectado por el VIH.
En Kisumu (Zimbabwe), una investigación ha revelado que la mayoría de las mujeres seropositivas había sido infectada por su esposo. Además, las mujeres casadas que sospechaban que sus esposos eran VIH-positivos no siempre tenían muchas alternativas.
De acuerdo con una mujer entrevistada en ese estudio, “vemos a nuestros esposos con las viudas de hombres que han fallecido por el SIDA, pero ¿qué podemos hacer? Si nos negamos a tener relaciones sexuales, nuestros esposos nos dirán que cojamos nuestras cosas y nos vayamos. Y entonces, ¿adónde vamos?”. El estudio puso de relieve que uno de tres factores de riesgo era estar casada o haberlo estado.
Las mujeres se enfrentan a obstáculos adicionales debido a la omnipresencia de los marcos jurídicos discriminatorios que no garantizan la igualdad de derechos o de protección ante la ley. En muchos casos, las leyes de divorcio y propiedad injustas son una traba para que las mujeres abandonen las relaciones abusivas, mientras que en los países con leyes contra la violencia por razón del sexo, la insuficiencia de recursos,juntamente con las prácticas discriminatorias de la policía y los tribunales y la falta de apoyo institucional, dejan a la mujer sin acceso a una protección adecuada.
1 comentario:
Hola, Livia y Salva, si si el VIH/SIDA es un asunto de salud y la epidemia es de género. Las estadísticas demuestran que tanto su expansión como su impacto no son aleatorios. Afecta de manera desproporcionada a las mujeres y a las adolescentes, que son más vulnerables social, cultural, biológica y económicamente.
El dotar a la mujer de capacidad es una de las únicas vacunas contra el SIDA disponibles hoy en día. Como único fondo para la mujer, de asegurar que la igualdad de género no siga siendo un noble ideal, sino un principio que sirva de guía en la lucha contra el VIH/SIDA.
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