Carolina María Agudelo Arango
Carolina María Agudelo Arango, nacida en el Departamento de Antioquia, en la República de Colombia en 1941. Se incorporó a la vida religiosa a los 20 años con la idea de contribuir con ello a la solución de los problemas de los demás. Comenzó su trayectoria social en los cinturones de miseria de Medellín, dedicándose al tratamiento de conflictos y a la orientación de jóvenes que, con gran facilidad, optan por las armas en "grupos de pandillas", contribuyendo también a la reorientación educativa del profesorado, a fin de que los estudiantes abandonen las conductas agresivas y se inicien procesos de mejora de calidad de vida, que eviten la desintegración social.
A partir de 1994, atendiendo al requerimiento del entonces Obispo de Apartadó, Monseñor Duarte, asesinado posteriormente por grupos violentos de su país, asume el desafío de contribuir a la recuperación psicosocial de viudas y huérfanos víctimas de la violencia en Urabá, denunciando con valentía y coraje las situaciones de injusticia, atropello, violencia y muerte. Trata de generar en los jóvenes una reflexión permanente sobre las situaciones de violencia que atraviesan y el derecho que tienen a unas condiciones de vida dignas, oxigenando y catalizando el dolor de mujeres y niños por la pérdida de sus compañeros, padres, hijos y hermanos, transmitiéndoles que la vida sigue para los vivos, siendo necesario encontrar fortalezas personales y nuevas alternativas para continuar en un trabajo que pretende y logra que la violencia, a pesar de la muerte, no genere odio ni venganza. En 2002, el número de mujeres viudas atendidas por los programas impulsados por la hermana Carolina María alcanza la cifra de 1.650, y el número de huérfanos supera los 5.000.
Carolina María Agudelo Arango, nacida en el Departamento de Antioquia, en la República de Colombia en 1941. Se incorporó a la vida religiosa a los 20 años con la idea de contribuir con ello a la solución de los problemas de los demás. Comenzó su trayectoria social en los cinturones de miseria de Medellín, dedicándose al tratamiento de conflictos y a la orientación de jóvenes que, con gran facilidad, optan por las armas en "grupos de pandillas", contribuyendo también a la reorientación educativa del profesorado, a fin de que los estudiantes abandonen las conductas agresivas y se inicien procesos de mejora de calidad de vida, que eviten la desintegración social.
A partir de 1994, atendiendo al requerimiento del entonces Obispo de Apartadó, Monseñor Duarte, asesinado posteriormente por grupos violentos de su país, asume el desafío de contribuir a la recuperación psicosocial de viudas y huérfanos víctimas de la violencia en Urabá, denunciando con valentía y coraje las situaciones de injusticia, atropello, violencia y muerte. Trata de generar en los jóvenes una reflexión permanente sobre las situaciones de violencia que atraviesan y el derecho que tienen a unas condiciones de vida dignas, oxigenando y catalizando el dolor de mujeres y niños por la pérdida de sus compañeros, padres, hijos y hermanos, transmitiéndoles que la vida sigue para los vivos, siendo necesario encontrar fortalezas personales y nuevas alternativas para continuar en un trabajo que pretende y logra que la violencia, a pesar de la muerte, no genere odio ni venganza. En 2002, el número de mujeres viudas atendidas por los programas impulsados por la hermana Carolina María alcanza la cifra de 1.650, y el número de huérfanos supera los 5.000.
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