Violencia en el trabajo
Hace días acudí a la clínica San francisco Javier de Bilbao para hacerme un Scanner a primera hora de la mañana y coincidí con varias personas que acudían a lo mismo. Una de ellas era una chica joven, de unos 30 años con muletas y dificultad seria de movilidad, que estaba esperando a que la atendiesen. Entró antes que yo a hacerse la prueba y a la salida tenia la cara desencajada por el dolor. Iba acompañada de su madre y comenzaron a hablarme. En el transcurso de la conversación les pregunte si su lesión se trataba de algún accidente y me comento que no, que había sido una paliza propinada en su trabajo y me quede sin habla. Comenzó a contarme que era enfermera y que un buen día un enfermo que acudió cabreado a la consulta le propino una tremenda paliza sin que ni sus propios compañeros acudiesen en su ayuda y que desde entonces, año 2005, después de muchas penurias, rehabilitaciones y demás, podía defenderse sobre unas muletas, eso si, con unas secuelas de por vida y unos dolores que la hacían tener que medicarse con morfina constantemente.
Me quede tan impresionada que acudí con ellas a tomarme un café y profundizar en su historia, que tenían ganas de comentar, puesto que la narración de los hechos es para ellas, madre e hija, una forma de terapia.
Aun hoy, días después, no consigo apartar de mi mente su imagen y sus palabras, aun hoy , necesito colgar este post en nuestro blog como una forma de homenaje.
Hace días acudí a la clínica San francisco Javier de Bilbao para hacerme un Scanner a primera hora de la mañana y coincidí con varias personas que acudían a lo mismo. Una de ellas era una chica joven, de unos 30 años con muletas y dificultad seria de movilidad, que estaba esperando a que la atendiesen. Entró antes que yo a hacerse la prueba y a la salida tenia la cara desencajada por el dolor. Iba acompañada de su madre y comenzaron a hablarme. En el transcurso de la conversación les pregunte si su lesión se trataba de algún accidente y me comento que no, que había sido una paliza propinada en su trabajo y me quede sin habla. Comenzó a contarme que era enfermera y que un buen día un enfermo que acudió cabreado a la consulta le propino una tremenda paliza sin que ni sus propios compañeros acudiesen en su ayuda y que desde entonces, año 2005, después de muchas penurias, rehabilitaciones y demás, podía defenderse sobre unas muletas, eso si, con unas secuelas de por vida y unos dolores que la hacían tener que medicarse con morfina constantemente.
Me quede tan impresionada que acudí con ellas a tomarme un café y profundizar en su historia, que tenían ganas de comentar, puesto que la narración de los hechos es para ellas, madre e hija, una forma de terapia.
Aun hoy, días después, no consigo apartar de mi mente su imagen y sus palabras, aun hoy , necesito colgar este post en nuestro blog como una forma de homenaje.
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