HIJOS MALTRATADORES, UN MAL EN AUMENTO
Pegar al padre ya no es algo inconcebible e inaudito, el acto monstruoso, blasfemo y antinatural que viola los mandamientos humanos y divinos del "honrarás a tu padre y a tu madre". Niños y adolescentes han empezado a levantar la mano a sus progenitores (a su madre preferentemente) y, en muy poco tiempo, el delito de maltrato a los padres, antes irrelevante a efectos estadísticos, ha adquirido visos de epidemia. Durante 2008, las Fiscalías de Menores abrieron en España más de 4.200 expedientes por agresiones de hijos a padres, frente a los 2.683 incoados el año anterior.
La denominada violencia intrafamiliar se asienta con fuerza en núcleos concretos de las nuevas generaciones. Casi siempre son varones e hijos únicos. Se suceden los gritos, amenazas y agresiones físicas de jóvenes incontrolables. Hay muchas familias al límite. Es muy duro reconocer que un hijo te agrede, sobre todo es muy complejo para la madre asumir que le tratan mal, porque siempre está presente el instinto de protección. Sufren a la hora de destapar un caso así y desde luego que nadie quiere confesar abiertamente que su hijo le pega.
El cambio generacional y educativo pesa sobre todo ello. Se ha cerrado definitivamente las puertas al modelo autoritario para abrirlas de par en par a la más absoluta permisividad, y ello acaba con "muchos padres amenazados en los juzgados", dicen los especialistas.
Evidentemente es un mal de nuestra época. Las familias tienen pocos hijos, por lo que están muy mimados y además hay más posibilidades económicas. Les hemos dado absolutamente de todo y hemos criado a pequeños emperadores. Pero en el caso de la menor de Vigo fugada podría haber algo más serio como un problema de personalidad o disociado y que origina un comportamiento psicopático.
La sociedad es cíclica y ya se plantean medidas como bajar la edad penal o meter a los chavales en la cárcel. Pero sería bueno no llegar a los extremos, sino buscar un modelo de sociedad que proteja a los menores, pero también a padres y educadores.
No se puede ser su colega, porque cuando quieras actuar como un padre no te dejará. Hay que asumir las obligaciones de padre y hacérselo saber a él. No se exigen requisitos a los futuros progenitores y debería haber escuelas para ellos. Si un niño está en la guardería o con los abuelos todo el día no tendrá respeto por sus padres.
Quienes tratan directamente el problema piensan que el encierro de los menores debe ser la alternativa última, que lo que conviene es aplicar tratamientos individualizados y, en lo posible, evitar las "prisiones de niños".No parece, pues, que la consigna de "más Estado penal", aplicada a los menores, pueda ejercer de antídoto contra el desafecto, el abandono, la permisividad extrema, el hedonismo, el consumismo y la anomía del "prohibido prohibir", ni que pueda impedir, por tanto, la gestación dentro del hogar de personalidades explosivas de efectos retardados.
La denominada violencia intrafamiliar se asienta con fuerza en núcleos concretos de las nuevas generaciones. Casi siempre son varones e hijos únicos. Se suceden los gritos, amenazas y agresiones físicas de jóvenes incontrolables. Hay muchas familias al límite. Es muy duro reconocer que un hijo te agrede, sobre todo es muy complejo para la madre asumir que le tratan mal, porque siempre está presente el instinto de protección. Sufren a la hora de destapar un caso así y desde luego que nadie quiere confesar abiertamente que su hijo le pega.
El cambio generacional y educativo pesa sobre todo ello. Se ha cerrado definitivamente las puertas al modelo autoritario para abrirlas de par en par a la más absoluta permisividad, y ello acaba con "muchos padres amenazados en los juzgados", dicen los especialistas.
Evidentemente es un mal de nuestra época. Las familias tienen pocos hijos, por lo que están muy mimados y además hay más posibilidades económicas. Les hemos dado absolutamente de todo y hemos criado a pequeños emperadores. Pero en el caso de la menor de Vigo fugada podría haber algo más serio como un problema de personalidad o disociado y que origina un comportamiento psicopático.
La sociedad es cíclica y ya se plantean medidas como bajar la edad penal o meter a los chavales en la cárcel. Pero sería bueno no llegar a los extremos, sino buscar un modelo de sociedad que proteja a los menores, pero también a padres y educadores.
No se puede ser su colega, porque cuando quieras actuar como un padre no te dejará. Hay que asumir las obligaciones de padre y hacérselo saber a él. No se exigen requisitos a los futuros progenitores y debería haber escuelas para ellos. Si un niño está en la guardería o con los abuelos todo el día no tendrá respeto por sus padres.
Quienes tratan directamente el problema piensan que el encierro de los menores debe ser la alternativa última, que lo que conviene es aplicar tratamientos individualizados y, en lo posible, evitar las "prisiones de niños".No parece, pues, que la consigna de "más Estado penal", aplicada a los menores, pueda ejercer de antídoto contra el desafecto, el abandono, la permisividad extrema, el hedonismo, el consumismo y la anomía del "prohibido prohibir", ni que pueda impedir, por tanto, la gestación dentro del hogar de personalidades explosivas de efectos retardados.
3 comentarios:
Hola!! Muy buen blog, tiene mucha info muy valiosa. Les recomiendo historias entre mujeres, un blog con toda la actualidad sobre mujeres. Espero su visita...Saludos, Maria Celeste desde Argentina
m3e gustaria saber como defenderme del maltrato de hijos adultos, desagradecidos e insensibles
¿hijos maltratadores? Muchas cosas tengo por decir en este tema, y, acaso, muchas verdades. No digo, desde luego, que no haya hijos maltratadores, ante los cuales debiera de haber rigor: que yo creo que ya lo hay, por lo general. Pero hay otros hechos que o que se desconocen o que se quieren desconocer. Existen también los padres maltratadores. ¿Cuál es la diferencia? Mientras que el tema de los hijos maltratadores está en todos los medios de comunicación, el tema de los padres maltratadores, que también existen, está en el más completo y absoluto silencio. Tengo la idea de que hay mucha demagogia en todo este tema, mucha DEMAGOGIA CONSERVADORA, cuando hay hijos que son maltratados, y a veces asesinados, por sus padres. El patriarcalismo (es decir, la toma de partido salvaje, extremista y radicalizada en favor de los padres) que existe en las sociedades occidentales, en especial las de los países latinos, desde la época ultraliberal, ultraconservadora, que existe desde los años noventa, es furibundo. Es posible, quizá, que el maltrato de los padres a los hijos, silenciado por medios de comunicación, por jueces y profesionales de la salud mental, sea hoy más fuerte, a principios de este siglo XXI, que en décadas o en muchas décadas ya pasadas. Muchas ideas, causas, se me ocurren en este sentido. Hoy día, todavía, domina en el mundo, en la política, en las finanzas, una generación que podríamos llamar sesentayochista: es decir, los nacidos entre los años treinta y cuarenta hasta principios de los sesenta del pasado siglo. Son la generación del baby boom, la explosión de natalidad en todo occidente de aquellos tiempos. Hoy día, muchos de ellos con más de sesenta años, siguen siendo más numerosos que otras generaciones anteriores y posteriores. Y si antes, como me consta, dieron problemas y faltaron el respeto a sus padres, hooy día, y desde hace ya dos décadas, en ciertas ocasiones se dedican a maltratar a sus hijos y a las generaciones más jóvenes, con el silencio cómplice de los medios de comunicación y del sistema jurídico. Naturalmente, si hasta los años ochenta la idea social que había era que se tenía que ser más tolerante con los hijos, y con los jóvenes en general en las situaciones familiares, ello se debía muy probablemente a que esta generación (que participó por afinidad ideológica o, siquiera, cronológica en los hechos del mayo francés del sesenta y ocho) era más joven, y que siempre le gusta navegar al viento más favorable a sus, en muchas ocasiones incoherentes, intereses. Ahora, con más años, a diferencia de sus demagogias izquerdistas y en favor de los hijos de otros tiempos, se dedican al patriarcalismo furibundo, a la exaltación demagógica de la experiencia (que es buena, pero que no siempre, necesariamente, es buena). Muchas otras ideas se me ocurren acerca de esta generación, que, si bien podemos decir que evitó la tercera guerra mundial, también cayó en el consumo de estupefacientes que eran muy fuertes en su época, que eran faltos (quizá en consecuencia de ese consumo de estupefacientes y alucinógenos) de sentido común y de coherencia, y muy adeptos a la DEMAGOGIA, sea de izquierdas o sea, como ahora, la demagogia conservadora de la que hablo en las situaciones familiares. Pero creo que con lo dicho anteriormente, si bien en mínimos, basta y alcanza. Muchas gracias.
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