Aún hoy, en el S. XXI, se continúa silenciando la violencia que afecta a las mujeres de todas las edades. Los padres de las jóvenes1 víctimas de violencia por parte de su pareja, desconocen lo padecido por su hija hasta que ella regresa a convivir con ellos; o hasta que un episodio de
violencia muy grave provoca la intervención de la policía o el servicio de asistencia médica de urgencia, por ejemplo.
En el caso de las amistades cercanas, éstas también desconocen la profundidad y gravedad de la violencia, aún cuando a veces han presenciado discusiones entre la pareja, que no asocian a una conducta violenta, y no creen que esas peleas se podrían repetir y agravar en otras circunstancias. Nadie piensa que él puede pasar a la violencia física cuando la pareja se quede a solas.
Muchas veces, no se logra comprender el alto riesgo de esas “discusiones” y por lo tanto nadie se involucra ni interviene para ponerles fin. La cercanía de los vínculos con ambos integrantes de la pareja les impide creer que ese chico, que jura que la quiere y está perdidamente
enamorado de ella, pueda llegar a hacerle daño o puede convertirse en uno de los que aparece en las noticias del periódico.
Estas conductas sólo han comenzando a cambiar con el cambio de actitud de las mujeres, que en los últimos años, y favorecidas por la presencia pública del tema, se atreven a denunciarlo. Tanto en su mundo privado (ante sus amistades o sus familiares) como ante la justicia o los servicios
de asistencia especializados. Esto ha permitido trabajar en el entorno y ayudar tanto a las víctimas como a su familia.
En el caso de las amistades cercanas, éstas también desconocen la profundidad y gravedad de la violencia, aún cuando a veces han presenciado discusiones entre la pareja, que no asocian a una conducta violenta, y no creen que esas peleas se podrían repetir y agravar en otras circunstancias. Nadie piensa que él puede pasar a la violencia física cuando la pareja se quede a solas.
Muchas veces, no se logra comprender el alto riesgo de esas “discusiones” y por lo tanto nadie se involucra ni interviene para ponerles fin. La cercanía de los vínculos con ambos integrantes de la pareja les impide creer que ese chico, que jura que la quiere y está perdidamente
enamorado de ella, pueda llegar a hacerle daño o puede convertirse en uno de los que aparece en las noticias del periódico.
Estas conductas sólo han comenzando a cambiar con el cambio de actitud de las mujeres, que en los últimos años, y favorecidas por la presencia pública del tema, se atreven a denunciarlo. Tanto en su mundo privado (ante sus amistades o sus familiares) como ante la justicia o los servicios
de asistencia especializados. Esto ha permitido trabajar en el entorno y ayudar tanto a las víctimas como a su familia.
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